sábado, 6 de febrero de 2010

48 años de bloqueo ¿o embargo?

Arnaldo Hernández García.
El 7 de febrero de 1962 entró en vigor la orden del presidente John F. Kennedy de iniciar el bloqueo contra Cuba, invocando la “Ley de Comercio con el Enemigo” de 1917.
El 11 de septiembre del año pasado, precisamente en la fecha que recuerda el terror desde el golpe militar fascista contra el presidente Allende en Chile hasta el crimen contra las Torres Gemelas en New York, el presidente Barack Obama le notificó al Congreso, como lo establece la “Ley de Poderes Económicos de Emergencia”, que seguía siendo de “interés nacional para EEUU” ratificar el empleo de la “Ley de Comercio con el Enemigo” contra Cuba. Por supuesto que se aprobó de inmediato y se comunicó a la opinión pública 3 días después. Hoy Cuba es el único país del mundo contra el cual se utiliza esa ley.
Se aplicó una medida concebida para ser utilizada contra países con los cuales EEUU está en guerra, pero ni entonces ni ahora hubo una declaración de guerra de EEUU contra Cuba, ni siquiera una guerra no declarada en el sentido militar. Paradójicamente, esa acción de guerra fue denominada “embargo”.
El autor de estos comentarios era un adolescente de 13 años de edad que regresaba de la campaña de alfabetización y no tenía ropa que ponerse salvo los uniformes. Recuerdo la angustia de mi madre en esos días, caminando conmigo por las desabastecidas tiendas de La Habana.
Realmente las agresiones económicas habían comenzado mucho antes: a pocos días del triunfo de la Revolución el gobierno de los EEUU se negó a devolverle a Cuba los 424 millones de dólares robados al tesoro de la República por Batista y su camarilla, que se llevaron en su huida en la madrugada del primero de enero de 1959. No devolvieron un centavo.
EEUU era el proveedor del 80% de las importaciones cubanas y recibía el 60% de las exportaciones. La población tenía plena conciencia de que cualquier medida en este sentido podía ser desastrosa, sobre todo si era adoptada repentinamente.
Se trataba del principal mercado del azúcar cubana, de manera que la drástica reducción de las compras que fue escalando hasta que la suspendieron por completo en marzo de 1961, constituyó un golpe brutal. Igual pasó cuando suspendieron la venta de petróleo y las refinerías de los consorcios norteamericanos en Cuba decidieron no refinar combustible soviético.
Los fondos cubanos depositados en bancos norteamericanos fueron embargados.
En septiembre de 1960 paralizaron las operaciones de la planta de procesamiento de níquel en Nicaro y comenzaron las presiones para impedir el turismo de ciudadanos norteamericanos en Cuba, que entonces eran los principales clientes en esa rama. En ese mismo mes ordenaron suprimir los créditos concedidos por la banca privada norteamericana.
En octubre prohibieron las exportaciones norteamericanas a Cuba y comenzaron a presionar a sus aliados de Europa y Canadá para que se sumaran a su agresiva política.
No sólo prohibieron la importación de productos cubanos, sino también de productos de otros países que tuvieran componentes cubanos, así como la venta a Cuba de equipos y mercancías producidos en el extranjero que tuvieran componentes norteamericanos, el comercio con Cuba de filiales de empresas norteamericanas establecidas en terceros países y el acceso a puertos norteamericanos de buques que hubiesen entrado a puertos cubanos.
Se realizaron numerosas acciones terroristas contra objetivos económicos de todo tipo, incluyendo cines y grandes tiendas por departamentos en horas de mucha afluencia de público, como “El Encanto”. Entre octubre de 1959 y abril de 1961, víspera de Playa Girón, se efectuaron más de 50 bombardeos aéreos de la CIA contra industrias y campos de caña, incluyendo el ataque de una lancha pirata contra la refinería de Santiago de Cuba.
La audacia y la visión de los dirigentes cubanos, junto a la solidaridad de la URSS y el resto del Campo Socialista, hicieron posible el funcionamiento de la economía nacional y sustituir todo lo que tradicionalmente venía de EEUU por tecnologías distintas, equipos distintos, materias primas distintas y mercancías de amplio consumo. No siempre fueron las mejores o las que específicamente más nos convenían o interesaban, pero eran las que podíamos adquirir.
Sobre la marcha y muchas veces en condiciones muy dramáticas hubo que realizar ajustes y cambios en los procesos productivos y entrenar a los trabajadores en la nueva técnica.
En esas condiciones el país emprendió la construcción de su socialismo y se alcanzaron logros extraordinarios. Se acabaron el hambre, la miseria y la incultura, se construyó un sistema de salud que cubría a toda la población; se mecanizó y se humanizó la agricultura; se multiplicaron las universidades, los profesionales y los especialistas que sustituyeron a los que en los primeros años se fueron del país tentados por las ofertas del imperialismo. Cuba se llenó de fábricas y talleres y se introdujeron nuevos renglones en la economía a partir del desarrollo científico en la biología y la informatización.
Eso fue en los 80, cuando se restableció e inició un mercado de mercancías de amplio consumo que mejoró notablemente los niveles de vida y acrecentó la expectativa de un futuro mucho más agradable.
No obstante la bonanza, la madurez alcanzada permitió percibir que no todo estaba bien y se inició un profundo proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, cuyo primer paso era revisar críticamente lo que hacíamos e identificar con precisión los problemas a resolver.
Se produjo entonces la disolución del llamado campo socialista y el derrumbe de la Unión Soviética. No es ocioso repetir una vez más que fue un golpe demoledor. El país quedó a merced del bloqueo, intensificado por el odio oportunista de los enemigos de siempre y la traición. Cuba estaba bajo un doble bloqueo, que en muy poco tiempo se complicó todavía más por la agresiva “Ley Torricelli”.
Casualmente por esa época comenzaron a desclasificarse documentos oficiales del gobierno de los EEUU sobre sus planes contra Cuba 30 años atrás, que el Dr. Andrés Zaldívar Diéguez, un estudioso del conflicto de EEUU contra Cuba, los recoge en detallado inventario en su obra “Bloqueo: el asedio económico más prolongado de la historia”.
Por ejemplo, el 17 de marzo de 1960 el Consejo Nacional de Seguridad aprobó un “Programa de Presiones Económicas contra el Régimen de Castro” que formaba parte del plan de acciones terroristas encubiertas que debía preparar condiciones propicias para ejecutar lo que después fue la agresión por Playa Girón.
Apenas 15 días después, el 6 de abril, un año antes de la invasión mercenaria, el Subsecretario del Departamento de Estado para Asuntos Interamericanos, Lester Dewit Mallory, afirmó en un memorando que “…el único medio previsible que tenemos hoy para enajenar el apoyo interno a la Revolución es a través del desencanto y el desaliento basados en la insatisfacción y las dificultades económicas. Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. Negarle dinero y suministros a Cuba para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
Dos meses y medio después, el 27 de junio, en una reunión de los Secretarios de Estado, Tesoro y Defensa, jefes de la CIA y altos funcionarios de la Casa Blanca y del Dpto. de Agricultura, se decidió incrementar todavía más la guerra económica contra Cuba.
El 19 de octubre el Subsecretario Mallory insistió en afirmar que medidas como las descritas “…contribuirán al creciente descontento y malestar en la Isla… apoyarán a los grupos de oposición que ahora están activos en Cuba”.
En mayo de 1961, un mes después de la humillante derrota que sufrieron en Girón, un asesor especial del Presidente Kennedy recomendaba que “las posibles sanciones económicas contra Cuba deben ser cuidadosamente revisadas, no está claro cual puede ser su efecto, o si deben ser aplicadas bajo la ‘Ley de Comercio con el Enemigo’, la ‘Ley Battle’ o un embargo directo”. Ocho meses después, al parecer concluida la “revisión”, Kennedy decidió invocar la “Ley de Comercio con el Enemigo” y calificarla de “embargo”, afectando el significado de la palabra y del término legal.
En agosto de ese año, el grupo de tarea sobre Cuba dirigido por Richard Goodwin encargado de ejecutar la “Operación Mangosta” definió que “las acciones encubiertas deberán ser dirigidas contra la destrucción de importantes objetivos de la economía tales como refinerías e industrias con equipamiento de Estados Unidos… y sugerir objetivos cuya destrucción implique el máximo impacto económico… Debemos intensificar nuestra vigilancia del comercio cubano con otros países y especialmente con las subsidiarias norteamericanos en terceros países para emplear métodos informales… privando a Cuba de mercados y fuentes de abastecimientos…”.
De las 32 tareas de la “Operación Mangosta”, reconocida por el propio gobierno de los EEUU como un vasto plan terrorista para derribar a la Revolución Cubana después de la derrota en Playa Girón, 15 de ellas, de la 11 a la 24 y la 30, ordenan acciones contra la economía. De las 5780 acciones terroristas registradas durante los 14 meses en que se estuvo ejecutando la ofensiva de terror, 716 fueron contra objetivos económicos.
Había que impedir que la economía cubana funcionara y lo que no se lograra con la guerra económica, debía resolverse con el terrorismo, que hipócritamente denominaban “acciones encubiertas” o “paramilitares” o “métodos informales”. Es el mismo cinismo que encierra el concepto de “daños colaterales”, o “bajas por fuego amigo” cuando se refieren al millón de civiles inocentes muertos por la aviación y los soldados norteamericanos en Iraq.
Es lo mismo que calificar como “embargo” al bloqueo y la guerra económica, comercial y financiera que ejecuta el gobierno de los EEUU contra Cuba desde hace 48 años.
Los sucesores del señor Mallory de fines del siglo XX y principios del XXI trabajan igual que él y creen, como él, que los efectos del bloqueo son los adecuados para alcanzar sus objetivos. Quizá piensan que con el efecto acumulativo del tiempo se acerca la fecha en que alcanzarán sus objetivos. Cuando la historia se repite, una vez es tragedia y otra es comedia. Entonces fueron derrotados, ahora hacen el ridículo.
Ya no es noticia que a lo largo de 48 años el bloqueo haya fracasado y haya sido abrumadoramente condenado por 18 años consecutivos en la Asamblea General de la ONU. Tampoco es noticia decir que la mayoría del pueblo norteamericano lo rechaza y es castigado con la prohibición de viajar a Cuba supuestamente para “no ayudar a Fidel Castro”, el mismo pretexto que utilizan para ocultar el odio con que castigan a todo el pueblo cubano por resistir con éxito a sus planes de dominación.
Una pregunta periodística importante es saber por qué EEUU sigue aferrado al bloqueo si tantos políticos, empresarios, “tanques pensantes”, medios de prensa del “stablishment” y el actual presidente en su campaña electoral han planteado que debe ser cambiado. No es el Congreso el que impide el cambio, ese es el cuento para encubrir el odio obsesivo que sienten contra Cuba y que el poder de la extrema derecha sigue siendo el que manda. Esas realidades y sentimientos que revelan la naturaleza del sistema imperialista son tan repudiables, que la hipocresía, la complicidad y el miedo imperantes no permiten que se les diga.
Periodísticamente hablando, el recuento vale como noticia porque los consorcios mediáticos que dominan la difusión masiva en el planeta evaden referirse a estos hechos que revelan cuán agresiva, injerencista, mentirosa y criminal por sus efectos humanos ha sido la política del gobierno de los EEUU contra Cuba y las responsabilidades de los 11 últimos presidente norteamericanos que la han sostenido.
La noticia más importante es que Cuba resistió exitosamente, que el socialismo concebido por los cubanos --no obstante sus problemas de administración más allá del bloqueo--, ha soportado por sí mismo la más brutal y prolongada guerra económica recogida en la historia de la humanidad en las condiciones de un país pequeño, de muy limitados recursos naturales y alta densidad de población, sin muertos de hambre ni pandemias desoladoras, sin cerrar escuelas ni centros de salud, sin mendigos en las calles.
En un lapso de 30 años Cuba ha perdido en dos oportunidades de manera repentina y dramática sus proveedores de equipos y tecnologías, créditos y mercancías de amplio consumo y de todo tipo, así como de los mercados para colocar sus productos. Eso hace más grande la proeza de los cubanos y de sus dirigentes.
Países mucho más grandes en extensión y recursos, algunos con antecedentes de haber sido potencias coloniales durante siglos, con un desarrollo industrial y agrícola muy alto, no podrían soportar un bloqueo como este durante 48 días. Algunos no hubieran durado 48 minutos. Otros ni siquiera se les ocurriría pensarlo 48 segundos.
Pero Cuba demostró que aún en condiciones tan adversas, el socialismo puede resistir exitosamente el embate del imperio y es una opción viable y sustentable frente al capitalismo. Por eso no es exagerado pensar que Cuba es el mayor desafío ideológico que enfrentan EEUU y sus aliados.

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