martes, 10 de julio de 2012

Cuba retorna al podio liguero

H. Romo Sigler
Si algún rotativo hubiera publicado dos meses atrás que la escuadra masculina cubana de voleibol ocuparía un peldaño dentro del medallero de la XXIII Liga Mundial, seguramente la inmensa mayoría de los lectores no solo discreparían de la afirmación,  sino que enjuiciarían a la publicación por emitir un vaticinio absolutamente descabellado.
En verdad supongo que hasta para la dirección técnica del combinado parecía encomienda poco menos que inverosímil acceder a la ronda final, que acogería la bella capital búlgara, pues para ello debían desbancar previamente al monarca de la edición anterior, la potente armada rusa, y a los multimedallistas serbios.
La empresa de obtener el boleto a la porfía decisiva resultaba prácticamente una “misión imposible”, no solamente por la alcurnia de los rivales sino por la extrema juventud de la actual formación de casa.
Era tal el estado de renovación del elenco  –diversas razones en el período reciente han golpeado particularmente a este deporte- que debieron ser llamados a filas atletas imberbes, como Yordan Bisset, con apenas diecisiete años de edad.
Una vez más nuestros representantes confirmaron que, cuando se trata de defender los colores nacionales, nada está perdido hasta el último instante de la competición. Esa filosofía los acompañó desde el debut frente a los japoneses en Hamamatsu hasta la victoria de este domingo ante los anfitriones balcánicos, en la pugna por el metal bronceado.
A lo largo de toda la justa los antillanos fueron incrementando la potencia en su desempeño, llegando incluso a conseguir de manera consecutiva los nueve puntos en disputa, durante los fines de semana desarrollados en Santo Domingo (recordemos que la urbe quisqueyana sirvió de sede alternativa ante la rotura del sistema de climatización de la Ciudad Deportiva habanera) y Kaliningrado.
A todas luces el “milagro” caribeño emergió de la combinación de un juego alegre, potente y combativo, que jamás dio tregua a los oponentes, con la correcta asimilación de las estrategias trazadas por Orlando Samuels, Idalberto Valdés y Nicolás Vives, complementadas a la vez con la eficiente labor del médico Julio Miñoso y del fisioterapeuta Joan Aladro.
En el caso de Samuels ratificando que es una de las figuras imprescindibles de todos los tiempos del voleibol cubano, debido a que como deportista participó en los Juegos Olímpicos de Múnich, en 1972, y como entrenador ha guiado a nuestra escuadra, entre otros resultados relevantes, al título de la Copa del Mundo de 1989 y a los subcampeonatos del orbe de Brasil, en 1990, e Italia en el 2010.
Impresiona sobremanera constatar -habla a las claras de la proeza materializada con el tanto 15 conseguido por el atacador opuesto Rolando Cepeda, en el tie break contra los búlgaros- que cuatro de los seis regulares cubanos en este torneo no ocupaban esa responsabilidad durante la cita planetaria, acaecida en diferentes regiones de la península itálica hace apenas veintiún meses.
A la hora de destacar las demostraciones de los muchachos que visten el uniforme de las cuatro letras, tenemos que detenernos especialmente en el santiaguero Wilfredo Léon quien, de punta a cabo de la contienda, cumplió con creces su misión de bujía inspiradora de un elenco tan inexperto.
Mucho más que referirnos, como hemos hecho en ocasiones anteriores, a los dígitos extraordinarios acumulados por el “Bebé” León, me gustaría reverenciar cómo en el choque final permaneció en la cancha, aún después de una lesión que dañó su tobillo izquierdo.
Si bien humanamente no pudo asumir el protagonismo acostumbrado –el espirituano Cepeda y el indómito Henry Bell cargaron sobre sus hombros el peso ofensivo de la selección - fue un acicate para sus compañeros observar que se mantenía dentro del Mondoflex guiando las acciones. Actitudes como esas son las que elevan a un jugador al status de líder dentro del escenario competitivo.
Con la hazaña de marras (sabor incomparable tuvo la espectacular victoria tres parciales  a cero ante la vede amárela dirigida por Bernardihño Rezende, que no prescindió de los servicios de Murilo Endres, Dante Amaral, Leandro Vissotto Neves, Sidnei dos Santos Jr, o alguna otra de sus estrellas), logramos ascender nuevamente a la cúspide del principal certamen de esta disciplina a escala universal, algo que devino esquivo desde la convocatoria efectuada en Polonia en el 2005. Exclusivamente el pasador Yoandri Díaz Carmenate disfrutó también de aquella sonrisa, lo que evidencia la magnitud de las sensaciones experimentadas, por todos, en el momento en que colocaron sobre sus pechos estas preseas.
La garra exhibida hace que se disparen las expectativas de cara a las porfías venideras. Reitera, por otra parte, que el pasaje a la justa de los cinco aros estuvo todavía más al alcance de la mano que en Beijing. Curiosamente los victimarios en aquella y esta oportunidad fueron los germanos, los cuales igualmente derrotaron en el primer encuentro de esta final al sexteto norteamericano, cuajado de figuras establecidas como David Lee, Clayton Stanley, Donald Suxho,  Matthew Anderson y Sean Rooney. Los exponentes de las barras y estrellas pudieron, sin embargo, reponerse del mazazo propinado por los teutones, hasta  atesorar en resumidas cuentas la presea de plata.
 Solamente dos tantos impidieron la asistencia a Londres (en Berlín caímos en el quinto set 18x20) pero, lejos de amilanarse, los guerreros de ébano encararon a los oponentes con la convicción de saber que vendrán nuevos compromisos, donde exponer los avances surgidos en las arduas sesiones de entrenamiento.
Por lo pronto los respetados voleibolistas cubanos retornarán a la Patria con el noveno galardón conquistado en estas lides, elevando la foja histórica a una corona, cinco segundos lugares  y tres terceros.
En lo adelante la tarea consistirá en redoblar la exigencia y el compromiso entre preparadores y atletas, con la certeza de que la presente  generación de jugadores está llamada a empeños mayores, que colmen de alegría a la conocedora afición que los alienta desde la cercanía del Coliseo de Vía Blanca y Boyeros, o en las lejanas instalaciones donde les corresponde dirimir los compromisos pactados. El triunfo de Polonia (nunca antes había llegado a la discusión del máximo trofeo) bajo el influjo de hombres experimentados como Zbigniew Bartman, Bartosz Kurek, Krzysztof Ignaczack o el gigante de 2.11 metros Marcin Mozdzonek, lesionado en el intercambio con los norteños, sitúa sobre el tapete la posibilidad real de continuar escalando posiciones en el universo de la malla alta.  

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