viernes, 30 de mayo de 2014

El López venezolano y el López puertorriqueño: un contraste esclarecedor

Oscar López Rivera, en la cárcel, con la bandera de Puerto Rico

Leopoldo López Mendoza en amable conversación con el narcopolítico colombiano Álvaro Uribe Vélez
Atilio A. Boron
La prensa del establishment en las Américas y Europa hace meses viene exaltando la figura de Leopoldo López Mendoza, líder del partido Voluntad Popular (un 1 % en las últimas elecciones municipales venezolanas) como la de un virtuosos estadista opositor,  mañosamente encarcelado por el gobierno de Nicolás Maduro. Pero la verdad es otra: López Mendoza es cualquier cosa menos un disidente democrático. Es el líder de una facción sediciosa de la derecha venezolana –entre cuyos dirigentes se encuentra la impresentable María Corina Machado- que en Febrero de 2014 se propuso alterar por la fuerza el orden constitucional vigente en su país y derrocar al gobierno venezolano. Los secuaces de López (la mayoría de ellos mercenarios pagados por Estados Unidos, según inapelables testimonios que salieron recientemente a la luz) hicieron uso de cuanta forma imaginable de violencia, desde incendios de edificios y medios de transporte públicos y privados, ataques violentos a universidades y centros de salud, erección de guarimbas, apaleamiento de chavistas y asesinatos. Como producto de estos desmanes perdieron la vida casi medio centenar de personas, la mayoría de ellas chavistas o personal de las fuerzas de seguridad del estado. López Mendoza fue arrestado por la comisión de estos crímenes, incluyendo varios casos de homicidio. Antes que un disidente detenido por sus ideas o proyectos políticos el personaje de marras es un delincuente que ha perpetrado crímenes que en cualquier estado se purgan con extensas condenas y, en algunos países, con la pena de muerte. [1]
Sin embargo, para la prensa del sistema López es un héroe, un demócrata perseguido por una feroz tiranía que en Venezuela habría conculcado todas las libertades. Si este personaje hubiera hecho en Estados Unidos lo que hizo en su patria habría sido encerrado de por vida en una cárcel de máxima seguridad. Eso precisamente es lo que le ocurrió a otro López, Oscar López Rivera, patriota independentista puertorriqueño y, por eso mismo, nuestroamericano, que por mucho menos de lo que hiciera el “López malo”  lleva 33 años de prisión en las cárceles norteamericanas. Para las rameras mediáticas del imperio este López, el bueno, no merece ni una línea: a su injusto encarcelamiento se le agrega el cotidiano castigo del silencio y el sistemático ninguneo de su condición. ¿Qué hizo López Rivera? [2] Según la acusación que lo llevó a la cárcel: conspirar contra el gobierno de Estados Unidos en su calidad de integrante de las FALN, las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional de Puerto Rico. Como se sabe, esta isla le fue arrebatada a España, junto con Cuba y Filipinas, con el traidor zarpazo de Washington en la guerra de 1898 y permanece desde entonces bajo una condición colonial. La inconmovible adhesión de los boricuas a su lengua, sus costumbres y su cultura a lo largo de medio siglo hizo que Washington lanzara, 1948 y 1957, una brutal ofensiva para “norteamericanizar” a ese pueblo rebelde. Accediendo para su deshonor a una orden de la Casa Blanca la Legislatura puertorriqueña se hundió en la ignominia al establecer que eran crímenes contra el estado poseer una bandera de Puerto Rico, cantar canciones patrióticas puertorriqueñas o hablar a favor de la independencia de la isla. Luego de casi diez años de escarnio esa política fue abandonada, y la identidad nacional boricua salió fortalecida de ese agravio. A los 14 años la familia de López Rivera se trasladó a Chicago y poco después fue  reclutado para ir a la guerra de Vietnam, de donde regresó condecorado con la Medalla de Bronce. Vinculado a las FALN, en 1981 cae preso por robo a mano armada, posesión de un arma de fuego no registrada y transportación a través de una ruta inter-estatal de un vehículo robado, todo lo cual fue interpretado por la fiscalía como parte de una “conspiración sediciosa” para expulsar por la fuerza a Estados Unidos de Puerto Rico. La acusación que sirvió para condenar a López Rivera fue el estallido de una serie de bombas en el área de Chicago, operación que no dejó víctimas fatales. Comentando este suceso un editorial del Chicago Tribune de 1980 reconoció que esas bombas “fueron puestas y programadas para estallar con el sólo fin de dañar propiedades pero no a personas” y que el objetivo de las FALN era “llamar la atención para su causa más que derramar sangre.” El castigo que le impuso el juez fue monstruoso: ¡55 años de cárcel! Para calibrar los escandalosos alcances de la tremenda injusticia que pasa por “justicia” en Estados Unidos, la sentencia promedio para un homicidio (que no los hubo en el caso del López bueno) es de 12 años y medio. Pero a López Rivera le cuadruplicaron la pena y lo condenaron a 55 años de cárcel. En 1999, sigue diciendo Bauer en el reportaje que le hiciera en Mother Jones,  el presidente Bill Clinton ofreció clemencia a López Rivera y otros independentistas que estaban presos. Este ofrecimiento fue hecho a pesar de las protestas del FBI, la Oficina del Fiscal General de Estados Unidos, la Oficina Federal de Prisiones de Estados Unidos y la propia esposa del presidente, Hillary Clinton, conocida arpía disfrazada de progre y que para terror del planeta aspira a suceder a Obama en el trono imperial. En un gesto que lo enaltece, y que lo emparenta con Antonio Gramsci cuando desde la cárcel rechazó la envenenada clemencia que le ofrecía Mussolini,  López Rivera desechó el ofrecimiento porque exigía a cambio aceptar otro crimen que no había cometido, “conspiración para fugarse”, y sancionado con una pena mucho menor. Por eso hasta hoy sigue en la cárcel. Clinton pudo haberle concedido un perdón presidencial al terminar su mandato, pero no lo hizo, intimidado por el aparato represivo de su país y la insaciable sed de sangre de su consorte y que, como se recordará, estalló en risotadas al enterarse del brutal linchamiento de Muammar El Gadaffi. Tampoco lo hizo George W. Bush y todo indica que es muy poco probable que lo vaya  a hacer Barack Obama, que si quisiera comenzar a ser merecedor del Premio Nobel de la Paz debería ya perdonar y enviar a su casa a los tres luchadores antiterroristas cubanos (Gerardo Hernández, Antonio Guerrero y Ramón Labañino) y a López Rivera, todos los cuales jamás deberían haber sido puestos en prisión por defender tan nobles causas sin dañar absolutamente a nadie.[3]
Tuvo suerte de haber nacido en Venezuela Leopoldo López. En Estados Unidos le habrían dado más que 55 años. Lo más probable, dado que con su accionar fue el autor intelectual de los disturbios que ocasionaron  varias muertes, era que su causa habría sido caratulada como “conspiración sediciosa seguida de muertes” y que hubiera terminado sus días recibiendo una inyección letal o enviado a la silla eléctrica, ante las complicaciones que en los últimos tiempos ha tenido la primera. Pero está en Venezuela y en lugar de ser un criminal, por la “conspiración sediciosa seguida de muertes” que el López bueno no hizo pero él sí, los medios hegemónicos y los políticos e intelectuales “bienpensantes” lo exaltan como un arcángel de la democracia, un guardián de los valores republicanos y un ejemplo para el mundo. Por enésima vez se pone de manifiesto toda la hipocresía y el doble rasero del imperio y sus lenguaraces en América Latina y el Caribe. Tenía razón Sun Tzu cuando aseguró que “toda guerra se basa en el engaño”. Y dado que estamos en guerra: terrorismo mediático, complot económico, “golpes blandos”, “smart power” y otras lindezas por el estilo las mentiras y el engaño están a la orden del día. Por eso el López malo aparece como un santo y el López bueno, el patriota boricua y nuestroamericano que brega por la autodeterminación de su pueblo,  permanece en injusta prisión y es invisibilizado por la “prensa seria y objetiva” durante treinta y tres años. Pero claro, mientras uno goza de todas las prerrogativas que el imperio le dispensa a sus peones, el otro es un inclaudicable luchador anti-imperialista sobre el cual recae no todo el rigor de la ley sino los más bajos instintos de venganza y escarmiento que se les reserva a quienes tienen la osadía de desafiar la prepotencia de Estados Unidos.

NOTAS:
[1] Ver el análisis que hace Salim Lamrani en “Si la oposición venezolana fuera francesa …”, en Rebelión, 14 de Abril del 2014. La legislación estadounidense es aún más dura y contempla, para ciertos casos, la pena de muerte.
[2] Una información actualizada sobre este caso se encuentra en la nota de Shane Bauer en Mother Jones del 29 de Mayo del 2014. Puede leerse en http://www.motherjones.com/politics/2014/05/oscar-lopez-rivera-75-years-seditious-conspiracy
[3] Cabe aclarar que hasta la fecha Washington ha tenido éxito en evitar que el caso de Puerto Rico sea re-incorporado en la agenda del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas de donde fuera excluido en 1952. De hecho la Corte Suprema de los Estados Unidos estableció que “Puerto Rico pertenece a, pero no forma parte de los Estados Unidos. “(You belong to us, but are not part of us!). Por eso los ciudadanos puertorriqueños no pueden elegir al presidente de Estados Unidos ni elegir candidatos para ocupar sus bancas en la Cámara de Representantes o el Senado de Estados Unidos. Sólo se admite un “comisionado delegado” sin derecho a voto en la Cámara, no así en el Senado.

jueves, 29 de mayo de 2014

Colombia: en juego la paz o la guerra en América Latina

 La extrema derecha colombiana: Zuluaga - Uribe
Ángel Guerra Cabrera
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales colombianas el 15 de junio tendrá una excepcional trascendencia para América Latina y el Caribe.
Si lograra imponerse el candidato uribista Oscar Iván Zuluaga, cuya campaña de guerra sucia dirigió Uribe, volaría el proceso de paz en La Habana entre las FARC y el gobierno colombiano y el país se precipitaría a una sangrienta intensificación de las hostilidades con esta guerrilla y la del ELN.
Zuluaga basó su campaña en la mano dura contra la guerrilla y declaró al día siguiente de su victoria en primera vuelta que suspendería “provisionalmente” las pláticas de paz en La Habana hasta que las FARC, a las que define como “el mayor cartel del narcotráfico en el mundo”, acepten un cese al fuego unilateral y otras condiciones onerosas. Esto equivale a pedir a la guerrilla que se rinda incondicionalmente, lo que pondría fin al prometedor proceso de paz.
Respecto a Venezuela, Zuluaga afirma que es “una dictadura” y que con él en la presidencia no podría seguir como garante del proceso de La Habana pues debe aplicársele la Carta Democrática de la OEA.
Es evidente que Uribe, apoyado por sus numerosos y belicosos seguidores de extrema derecha, echará toda la carne al asador para sentar a Zuluaga en el palacio de Nariño y empujarlo a la guerra contra Venezuela y eventualmente contra Ecuador y Nicaragua. No se olvide que en esas andaba cuando el sector de la oligarquía tradicional, representado por el hoy presidente Juan Manuel Santos le cerró el paso a sus intentos de reelección.  Una vez en la presidencia, Santos se reunió con Chávez, pusieron a un lado sus grandes diferencias ideológicas y normalizaron y estrecharon las relaciones bilaterales, rotas por Uribe, cuya fluidez ha continuado con Maduro. Santos se insertó sin dificultades en los mecanismos de Unasur.
En cambio Uribe representa al sector oligárquico más subordinado a Estados Unidos, revanchista y vinculada con los sectores ultraderechistas de ese país, entre ellos la contrarrevolución cubana de Miami.  El ex presidente viene de los sectores lumpen-burgueses  surgidos de los negocios con el narcotráfico y el paramilitarismo y, es sin duda, el caudillo por excelencia de la derecha latinoamericana más sumisa a Washington.
Una guerra regional fratricida como la que sueñan Uribe y sus aliados en Estados Unidos liquidaría los avances conseguidos por nuestros pueblos después de la elección de Chávez a la presidencia de Venezuela(1998) en materia de independencia económica y política, autodeterminación y reconquista en varios países de muchos de los derechos sociales y bienes privatizados por el neoliberalismo.
Con la presidencia de Colombia a su disposición, Uribe intentará atraer a México y Perú a posiciones más derechistas, neutralizar los proyectos trasformadores de Bachelet en Chile y hacer cumplir a la Alianza del Pacífico el papel designado por Washington de Caballo de Troya contra los países del Alba, Unasur y la Celac.
Por el contrario, la reelección de Santos significaría la continuación del proceso de paz, una mayor inserción de Colombia en los mecanismos de unidad latino-caribeña, un mayor acercamiento a  los gobiernos que abogan por ella y la continuación de una política mucho más respetuosa de los derechos humanos que la de los gobiernos de Uribe, como reconocen voceros de la izquierda colombiana de la alianza UP-Polo Democrático. Sin embargo, el apoyo de sus dos millones de votos para el presidente candidato aún espera por debates en curso. Sí apoyarán a Santos muy activamente los partidarios del alcalde Progresista de Bogotá Gustavo Petro, la izquierda del Partido Liberal y un número indeterminado de legisladores del Partido Conservador que están por la paz, aunque su candidata Marta Ramírez(2 millones de votos), cercana a Uribe, apoya a Zuluaga. Tampoco es seguro aún el respaldo a Santos del candidato “verde” Enrique Peñaloza.
Santos, superado por Zuluaga en primera ronda por casi medio millón de sufragios  no tiene ninguna seguridad de ganar en segunda vuelta a menos que afine muy bien su estrategia, continúe sumando aliados y realice junto a estos un esfuerzo supremo.
En un contexto de 60 por ciento de abstención en primera vuelta, los votos de la izquierda y los partidarios de la paz pueden ser los decisivos para cerrar el paso a Uribe. Pero hay que convencer a esos votantes de la necesidad imperiosa de hacerlo por más reservas que guarden hacia Santos y sus políticas neoliberales.

martes, 27 de mayo de 2014

Notas sobre el silencio, el debate y la crítica

Enrique Ubieta Gómez
Un concepto, al parecer sabio, va ganando adeptos entre colegas y conocidos. Lo he escuchado en diferentes contextos, expuesto –pese a su naturaleza negadora– en tono sentencioso: nadie tiene la verdad. Una amiga, que citaba a otro amigo, lo dijo así: la verdad es un cristal que se deshizo en mil pedazos, en cada persona hay una pequeña parte. La sentencia trata de espantar los atrincheramientos dogmáticos y de prevenir a quienes desprecian el diálogo, pero su reiteración pudiera conducir a un equívoco fatal, desmovilizador. Diluir la verdad entre todos –y aquí parecen caber todos, al margen de ideologías o posiciones políticas– es decretar el fin de su búsqueda, el final del viaje. Aunque no es absoluta, la verdad sí existe.
Prefiero decirlo de esta manera: todos tenemos nuestra perspectiva de la verdad, porque la observamos –nos relacionamos, somos parte de ella– desde ángulos diferentes, según nuestra pertenencia a una familia, a una clase social, a un género, a un grupo discriminado o enaltecido, a un país, a una región, a una época. Sin embargo, la Revolución, los revolucionarios, vemos (debemos ver) el mundo con los ojos de los oprimidos. El ángulo de los opresores no cuenta. Los consensos colectivos suelen aparecer en la historia como verdades, pero estos se construyen para liberar o para sojuzgar, la mayoría de las veces para lo segundo, y no de forma épica, sino en el goteo incesante, fríamente calculado, de los medios. Las ideas dominantes, hegemónicas, las coloca y reproduce el sistema dominador, es decir, el capitalismo, y nos hace creer que son nuestras. Si dejamos de debatir, de criticar, de combatir en términos ideológicos, si nos desmovilizamos, nos construirán consensos que parecerán verdades.
Hay que agradecer a Atilio A. Boron su breve nota de disconformidad ante las declaraciones de Leonardo Padura, porque nos obligó al debate. Boron es un intelectual revolucionario que tiene el derecho ganado y el deber de sentirse cubano. Puede que alguien se pregunte, con razón, ¿por qué ahora?, ¿qué es lo nuevo?, si desde hace años nuestro laureado escritor viene repitiendo más o menos lo mismo. Ese es el punto, nuestra irresponsable pereza –la poca costumbre o práctica– para encarar el debate. El gesto de Boron rompe el delgado tabique que ampara el silencio. Por eso resulta tan sorprendente que algunos enarbolen el derecho de Padura a la crítica (que nadie discute), condenen los silencios y simultáneamente, pretendan silenciar a los que no comparten los criterios de Padura. La crítica y el debate no pueden ser concebidos en una sola dirección. No vi por ninguna parte tropas de asalto a su integridad. Tanto Atilio como Guillermo Rodríguez Rivera son intelectuales que se convocan, cuando lo entienden, a sí mismos. Padura ha obtenido ya los premios literarios más importantes que otorga Cuba a sus consagrados. Todas sus novelas han sido publicadas en el país. Pero tenemos que acostumbrarnos a la sana idea de que lo que decimos en público se debate en público. No podemos “eximir al Estado de su responsabilidad histórica”, como afirma el escritor Juan Antonio García, y tampoco podemos eximirnos de la responsabilidad histórica que nos corresponde como individuos, como revolucionarios cubanos.
Necesitamos el debate permanente, no el que surge de coyunturas y se propaga como un incendio que todos desean sofocar con rapidez; por eso me detendré en algunas ideas que subyacen en los recientes intercambios de criterios. Se ha entronizado la peregrina idea de que todas las conductas del pasado (erróneas o no) fueron asumidas o ejecutadas desde el miedo o desde el fanatismo. El odio y el miedo, son los protagonistas de la novela El hombre que amaba los perros, y estos describen la conducta de Iván, el personaje cubano. El miedo engendra la doble moral: se hacen o se dicen cosas en las que no se cree. Juan Antonio, al hablar de una etapa de nuestra historia que algunos asocian a un quinquenio y otros a un decenio, llega a decir, benevolente: “Se me dirá que la represión estalinista en Cuba entonces era de temer (…) yo no sería capaz de apuntar con un dedo a los que entonces optaron por callar porque es muy fácil enjuiciar a los otros cuando se vive un momento histórico aparentemente más abierto a la tolerancia”. No me detendré ahora en definir hasta dónde era de temer aquella represión, sin dudas real. Cuando se descubre que alguien mantenía en su conducta una doble moral, comprendemos que nunca fue revolucionario: la visión del miedo que nos atribuyen como rector de nuestros actos, es la visión y la justificación que tiene de sí la contrarrevolución. Por lo general, los que hablan de doble moral se describen a sí mismos. Los revolucionarios no actuamos ni por odio, ni por miedo. Creemos en lo que defendemos. Existe y es históricamente legítimo, el odio de clase. El Che hace referencia a él, pero también escribe: “Déjenme decirles, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad”.
Puede que a un funcionario no le importen las palabras, pero los intelectuales sentimos un respeto casi místico por ellas. La retórica que incentiva la crítica e impide que se reflexione sobre ella, que exige ser escuchada y a la vez, ataca cualquier disenso, aplica paradójicamente un sutil mecanismo de intimidación: usted puede ser calificado de cobarde (no dice lo que realmente piensa o “sabe”, que en realidad es lo que piensa su contendiente), de oficialista, de dogmático, de extremista o de censor, calificativos todos que degradan la condición del intelectual, y provocan el instintivo alejamiento de los suyos, los que podían haberlo apoyado. Persiguen dividir a los revolucionarios, aislar a los que se insertan en el debate. El fantasma de aquella represión (la de los setenta), de aquel silenciamiento, es una y otra vez invocado como pretexto para coartar el debate, para silenciar. Pero ni los dirigentes, ni los artistas, tienen una patente de corso para la crítica: pueden, deben criticar, de la misma forma en que pueden y deben ser criticados, ellos y su obra. Otra cosa es que la crítica provoque una medida administrativa. No existe censura más ineficaz que la prohibición; ni censura más eficaz que la evidencia pública de la endeblez de un juicio.
Todos sentimos añoranza por aquel “hervidero de polémicas” revolucionarias que fue Cuba en la década de los sesenta. Juan Antonio García dice que entonces era natural que coexistiesen –a veces de forma “nada pacífica”– las vanguardias artísticas y las políticas. El término “coexistencia”, sin embargo, me parece errado. No resulta fácil definir en la distancia a los protagonistas de aquellos debates. El intelectual Alfredo Guevara, ¿no era sobre todo un político? ¿Eran políticos o intelectuales Fidel, el Che Guevara, Carlos Rafael, Raúl Roa, Marinello, García Espinosa, Blas Roca, Titón, Mirta Aguirre y los jóvenes redactores de Lunes de Revolución? Más que una coexistencia –como si fuesen cuerpos diferentes– existía, al menos así lo parece hoy, una identidad entre ambas vanguardias, a pesar de (o precisamente sobre) la real diversidad de miradas. Digámoslo con esa palabra que molesta: todos eran combatientes de la Revolución. Es verdad que la época que vivimos es otra, pero la condición del revolucionario no ha variado desde Martí hasta el más joven de los rebeldes “con causa”: su compromiso con la transformación de la sociedad a favor de los humildes (“con los pobres de la Tierra quiero yo mi suerte echar”), la construcción de una sociedad alternativa más humana. Ser un político revolucionario no es, desde luego, ocupar un cargo o aspirar a él (esa es la interpretación burguesa), ni siquiera militar en un Partido.
Es posible apreciar en las entrevistas a Padura que Guillermo comenta, de 2012 y de 2014, una idea que lo define, en un caso relacionada con los artistas y en el otro con los periodistas (no hay que olvidar que aunque habla en general y pone ejemplos de otros contextos, se refiere a Cuba): “Los artistas comprometidos de manera militante con un partido, filosofía, Estado o poder terminan siendo siempre –o casi– marionetas de ese poder. No se puede jugar a hacer política desde el arte porque al final los políticos son los que utilizan a los artistas para sus fines políticos” (2012) y ante la pregunta, ¿se puede hacer "periodismo militante"?, ¿en qué medida el militante se traga al periodista?, responde: “Se lo traga completo. El militante obedece al Partido. El Partido decide y manda. El periodista entonces desaparece” (2014). ¿Y los artistas que no son militantes y se comportan como marionetas de los que pagan?, ¿hay medios de prensa ajenos a la posición política y a los intereses de sus dueños? El escritor cubano se acoge a una interpretación estrecha de la militancia –ser miembro del Partido–, pero no renuncia a la política. Dice que “el compromiso del artista debe ser con la ética ciudadana, con su sentido de la verdad y de la justicia, o cuando menos, con su arte, con la mayor distancia posible de los círculos de decisión política y con la intención de hacer política desde el arte”. Pero lo reconozca o no, Padura hace política desde el arte y desde la prensa, aunque rechace la condición del militante. ¿Es posible tal cosa?
En un comentario breve que publiqué en mi blog, a propósito de esta polémica, apuntaba lo siguiente:
a.    No existe periodismo no militante, solo periodistas ignorantes de su militancia (o cínicos).
b.    Cuba no es paraíso ni infierno –ello supone entonces el ejercicio comprometido de la crítica–, pero hay que tener un ideal de paraíso y una idea clara de infierno: se critica para empujar la realidad hacia el ideal;
c.    El ideal es mucho más que libertad de criticar: la crítica es un medio, no un fin.
d.    Porque mi prioridad es Cuba, soy militante del Partido Comunista (escribo con orgullo su nombre) y no dejo de expresar mis criterios. Todos tenemos historias de incomprensiones, pero no me regodeo en ellas. Sé que algunos militantes de mi Partido no merecen pertenecer a sus filas, y que algunos que no llevan el carné son los militantes que yo desearía. Pero ser militante del Partido hoy en Cuba no propicia ventajas, menos aún estatus y Cuba necesita en esta nueva etapa, más que nunca, de una vanguardia organizada.
La crítica se convierte en acto narcisista, si el que la enuncia descontextualiza su objeto, si la lupa impide que veamos el entorno o el devenir histórico de lo criticado. A veces, como sucede en las entrevistas de Padura, no existen propiamente críticas, sino opiniones, y en las palabras del entrevistador que el entrevistado acepta, o en las de este último, definiciones descalificadoras de más largo alcance político. Me refiero a términos y a expresiones que supuestamente definen a la sociedad cubana: “con su experiencia de vida en el estalinismo” o en “el totalitarismo”, se dice, y en algunos pasajes se iguala de forma tácita o explícita capitalismo y socialismo, lo que solo deja la opción vergonzante de un regreso al primero. Pero si Padura o cualquier otro artista hace política desde el arte y en su actividad ciudadana –lo cual me parece legítimo–, debe esperar, al margen de una crítica artística de su obra, una apreciación y una eventual crítica políticas.
La creación artística se nutre de todos los sentimientos; la calidad de una obra la determina el talento de su creador, no los sentimientos que la inspiran. Para fundar la Patria –concepto más hondo que el de Nación, porque supone un proyecto colectivo de vida–, José Martí necesitaba de la arcilla de todos los poetas: en sus textos recuperaba a los desencantados y a los militantes, a los intimistas y a los épicos, a los aplaudidos en tertulias eruditas, y a los que escribían bajo el cielo de la manigua. Martí sabía que el espíritu de la Patria no se agotaba en Heredia, en Casal, o en Manzano. En política, sin embargo, las reglas son otras: el desaliento es, para un revolucionario, el breve instante que precede a la recomposición del aliento. Los desencantados del 68 se convirtieron en autonomistas. Los del socialismo europeo en neoliberales. Martí, el más grande escritor cubano (estuve tentado a escribir, hispano) de la segunda mitad del siglo XIX, era un militante de la Revolución. Escribió frases muy duras, como estas: “¡La justicia primero, el arte después! (…) ¡Todo al fuego, hasta el arte, para alimentar la hoguera!”. La identidad entre las vanguardias político-revolucionaria y artística fue resuelta en Cuba en el siglo XIX, en la vida y en la obra de José Martí. Hace algunos meses, sin embargo, sentí en el Congreso de los Jóvenes Escritores y Artistas cubanos que se refundaba una nueva identidad. Bienvenida sea.
Sinceramente, no veo en lo sucedido la intención de fabricar un “caso Padura”. No hay que inventar etiquetas, ni construir falsos apostolados. Que fluya el debate revolucionario. No podemos dejar que nos construyan consensos en la acumulación de ideas no debatidas. 

lunes, 26 de mayo de 2014

Palestina: Los grafitis del muro de la discordia (FOTOS)

Resumen Latinoamericano
Israelíes y palestinos no sólo están separados cultural, religiosa y políticamente, sino también físicamente por una muralla de más de 700 kilómetros que construyó Israel para aislar los territorios palestinos. Los israelíes argumentan que la estructura les permite defenderse del "terrorismo". Pero el muro ha dividido tierras y familias, y se ha convertido en escenario de protestas a través del arte callejero por excelencia: el grafiti. La periodista de BBC Mundo Constanza Hola estuvo allí. Constanza Hola visitó Jerusalén en Semana Santa, desde donde viajó a Belén, en Cisjordania, para visitar el muro de separación. Frente a la basílica de la Anunciación de esa ciudad conoció a Mohammed, quien le ofreció un tour a los grafitis del muro. La primera parada fue cerca de una torre de vigilancia israelí. De pronto todo se volvió caótico. Hombres y jóvenes corriendo y humo por todas partes. Era cerca de un campo de refugiados palestinos y un grupo había arrojado un objeto incendiario hacia la torre. "No se preocupen, esto pasa todos los días", dijo el guía. Un grafiti representa a un niño palestino muerto por la violencia. "Está sonriendo porque los mártires van directo donde dios", explicó Mohammed. El grafitero británico Banksy ha dejado su huella en varias partes del muro y de los territorios palestinos como muestra de apoyo a su causa. En una foto, la famosa imagen de una niña requisando a un soldado israelí. Otra de las obras de Banksy es una paloma de la paz con un chaleco antibalas. El grafiti se encuentra en diagonal, frente a una de las torres israelíes y pretende poner a la paloma "en la mira" de ésta.

Estados Unidos, lejos de la independencia energética.

Atilio A. Boron
Tal como varios en América Latina lo venimos diciendo desde hace al menos dos años una nota del periodista especializado Louis Sahagun,publicada el 20 de Mayo por Los Angeles Times (http://www.latimes.com/business/la-fi-oil-20140521-story.html)afirma que “en 2011 una empresa independiente contratada por Washington (se trata de la consultora de ingeniería Intek, con sede en Virginia)hizo una errónea estimación del petróleo técnicamente recuperable del mayor yacimiento de esquisto bituminoso del país, ubicado en Monterey, California, que contiene alrededor de dos tercios de las reservas de petróleo de esquisto de la nación. Según aquella estimación, se podrían obtener unos 13.700 millones de barriles de petróleo. Sin embargo, un reciente informe asegura que la cantidad no será mayor de 600 millones de barriles, es decir, una cantidad 96% menor de lo esperado”(y que, como señala la publicación especializada Business Insider, equivale a las reservas totales de petróleo de Bolivia). “Esa errónea estimación de 2011” –prosigue diciendo el diario- “había sido calificada como la esperanza para reducir la necesidad del país de las importaciones de petróleo desde el extranjero.”
La cantidad que ahora reporta la EIA (la Agencia de Información de Energía de Estados Unidos, dependiente del Departamento de Energía del gobierno federal) es insignificante si se tiene en cuenta que “solo podría cubrir las necesidades energéticas en EE.UU. correspondientes a 33 días.”Hablando con benevolencia: toda esta historia fue una fantasía estadística, producto bien sea de la desesperación de Washington por lograr su tan ansiada independencia energética combinada con la fenomenal ineptitud de quienes elaboraron las estimaciones iniciales y, ¿por qué no?, los corruptos intereses de algunos grandes consorcios de la industria-coludido con la consultora de marras-deseosos de facilitar la realización de operaciones especulativas en el mercado petrolero mundial.La independencia energética de Estados Unidos, que muchos creyeron estaba a la vuelta de la esquina, obró como un freno sobre el precio del petróleo, hizo posible adquisiciones baratas de activos petroleros en el exterior, devaluados ante las perspectivas abiertas por el citado informe, y se prestó a toda clase de especulaciones. Pero ahora la fiesta se terminó. Tal como lo declara J. David Hughes, un geólogo vocero del Post CarbonInstitute, el shale de Monterrey “fue siempre una mítica veta madre cuya importancia fue inflada por la industria petrolera – nunca existió.”
La íntima relación que el capitalismo actual ha establecido entre petróleo, política y guerra permite extraer cuatro conclusiones preliminares. 
Primero, que la dependencia energética de Estados Unidos seguirá siendo muy elevada, y tal vez creciente en función de la evolución de la demanda doméstica, y que esto reforzará las tendencias belicistas del imperio para tratar de asegurarse la obtención del petróleo que necesita por cualquier medio, a cualquier precio y en cualquier lugar. No olvidar que desde comienzos del siglo veinte las intervenciones militares de los Estados Unidos en terceros países tuvieron como causas fundamentales el petróleo y las presuntas amenazas a la “seguridad nacional” planteada por gobiernos que no estaban dispuestos a sacrificar la autodeterminación nacional.
Segundo, que los planes para destruir la OPEP –un objetivo largamente acariciado por Washington desde 1973- a partir del autoabastecimiento petrolero tendrán que ser archivados por mucho tiempo, tal vez definitivamente, lo que constituye un durísimo revés para la política exterior de Estados Unidos. La destrucción de la OPEP no era sólo un proyecto económico sino también político, dirigido a disciplinar a los díscolos productores de petróleo y muy especialmente a Venezuela, cuyo protagonismo en el relanzamiento de la OPEP fue decisivo a comienzos de este siglo.
Tercero, que dado lo anterior la Casa Blanca redoblará su ofensiva sediciosa y destituyente sobre la Venezuela bolivariana, potenciando su apoyo logístico, financiero, organizativo y mediático a sus peones en el terreno, los cuales son presentados por la prensa del imperio como una “oposición pacífica” cuando en realidad son mercenarios cuya misión essembrar el caos, quebrantar el orden constitucional y provocar la caída del gobierno bolivariano. Dato significativo: de los varios cientos de vándalos arrestados por las autoridades los estudiantes apenas constituyen el 20 % y una proporción igual está formada por extranjeros, algunos de los cuales ni hablan castellano. A la luz de las novedades publicadas porLos Angeles Times es previsible un aumento de la presión desestabilizadora orquestada por Washington.
Cuarto, que las altisonantes declaraciones de Obama y Kerry en el sentido que suministrarían petróleo y gas a Ucrania para facilitar que ese país sea fagocitado por la OTAN y la Unión Europea han quedado reducidas a meras bravuconadas sin ningún efecto práctico. Desgraciadamente para Washington, el petróleo y el gas se encuentran cada vez con más frecuencia en países que no están dispuestos a ponerse de rodillas ante los mandatos de la Casa Blanca. Por lo tanto, sus palancas económicas para operar en Ucrania son frágiles y lejanas, mientras que el petróleo y el gas siguen siendo cercanos y abundantes en Rusia.

Colombia: el gran ganador es la abstención

En la foto: Santos y Zuluaga se dan la mano en un debate televisivo
Carlos Aznárez
Si hay que hablar de un ganador en las elecciones en Colombia, esa es la Abstención, ya que más del 60% de los colombianos y colombianas decidieron darle la espalda a unos comicios en que los dos principales candidatos (precisamente quienes pasan a una segunda vuelta) representan a la derecha y a la extrema derecha. Tanto Juan Manuel Santos como Ivan Zuluaga son parte del mismo Sistema que viene malgobernando Colombia desde hace décadas, y sus cantos de sirena no engañan tan fácilmente al electorado.
Esta Abstención, sumados a  los más de 760 mil votos en blanco representan  un claro repudio no sólo al uribismo paramilitar y narcotraficante, que representa Zuluaga, sino también a quien se vanagloria de ser "el candidato de la paz", el actual presidente Juan Manuel Santos, y que cuando compartía gobierno con Uribe, fue el impulsor del Plan Colombia y el Plan Patriota que tantos miles de ciudadanos asesinados dejaron como muestra de sus intenciones.
Ni uno ni otro expresan realmente la voluntad de cambio, urgente y necesario, que reclaman franjas muy amplias del pueblo colombiano. Campesinos, obreros, estudiantes, indígenas, que han venido movilizándose todos estos años.
Además, claro está, hay que tener en cuenta a la insurgencia de las FARC y el ELN, que junto con los sectores populares de la izquierda revolucionaria, como la Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos, buscan transformar estas decadentes estructuras neoliberales e íntimamente ligadas al imperialismo yanqui, en una Nueva Colombia, donde sean los de abajo quienes decidan cuáles son las prioridades a resolver.
Al contrario de lo que dijeron varios medios de las corporaciones y el propio Santos, hasta el último día de su campaña electoral, la disyuntiva no es solamente "paz o guerra", sino que la paz que no venga acompañada de la resolución de los grandes problemas estructurales y la instalación de medidas que aseguren tierra para los campesinos y la distribución de la riqueza, de poco servirá en el futuro. No hay que olvidar que esta misma semana se recordó que hace 50 años se levantaban en armas las FARC, precisamente en respuesta a la falta de resolución de algunos temas vinculados a reivindicaciones que hoy siguen pendientes.
En conclusión, las dos formaciones de derecha, encabezadas por Santos y Zuluaga, ahora irán a una segunda vuelta que poco y nada significarán para las reales reivindicaciones de las masas populares, más que una retahila de falsas promesas y gestos engañosos para conseguir aliados entre los otros candidatos. Mientras que esos perfiles de una democracia hueca, monitoreada por la burguesía colombiana y sus patrones de Washington, no cambien, la verdadera Colombia, popular y rebelde, seguirá estando entre los millones de personas que hoy se abstuvieron en plan de resistencia. Son ellos y ellas quienes están seguros que los verdaderos cambios se seguirán logrando en las calles y en las rutas, movilizados y decididos a transformar a través de un proceso constituyente los destinos de una de los países claves del continente latinoamericano.

jueves, 22 de mayo de 2014

Cuba-Estados Unidos: algo se mueve

Ángel Guerra Cabrera
Prominentes personalidades de la elite estadunidense han dirigido una carta al presidente Obama en la que solicitan un replanteo de las relaciones Cuba-Estados Unidos. Hecho inédito, la firman 44 ex altos funcionarios del gobierno, incluyendo muy importantes jefes militares en retiro, varios ex subsecretarios de Estado y ex secretarios de las administraciones de Bush padre e hijo, así como   de Obama, y algunos pesos pesados de los negocios, como George Weiksner, vicepresidente del banco Credit Suisse, el azucarero Andrés Fanjul y el magnate de origen venezolano Gustavo Cisneros.
La misiva es endosada por el halcón John Negroponte, ex jefe de Seguridad Nacional de la administración de George W. Bush, y por Moisés Naím, una de las más ponzoñosas plumas antilatinoamericanas en activo.
Aunque no pida el levantamiento del bloqueo ni que Cuba sea excluida de la ridícula lista de países que apoyan el terrorismo, evidencia un consenso bipartidista sobre el rotundo fracaso de la medida punitiva para derrocar a la Revolución Cubana.
La carta reconoce tácitamente la profundidad del proceso de cambios en la economía de Cuba y en ese sentido va en la dirección correcta. 
Obama, constata, flexibilizó el envío de remesas, los viajes familiares y las oportunidades –bastante restrictivas, por cierto- para que los estadunidenses visiten la isla, medidas que permitieron “contactos directos” entre los ciudadanos de ambos países y “han empoderado a la sociedad civil cubana”. Pero aduce que ahora tiene una oportunidad “sin precedentes” para ampliar esas medidas cuando la opinión pública estadunidense (más aún la cubanoestadunidense, añado) apoya mayoritariamente la normalización de relaciones con Cuba como demuestra una encuesta publicada  en febrero (http://internacional.elpais.com/internacional/2014/02/11/actualidad/1392077891_801685.html).
Sin embargo, advierte que el tiempo cuenta, que esta “ventana de oportunidad” puede no estar abierta por tiempo indefinido y señalando que en la actual coyuntura no es posible esperar cambios hacia Cuba desde el Legislativo urge a Obama a eludirlo y actuar con sus atribuciones ejecutivas; entre paréntesis, no son pocas.
Obama, luego de prometer un “nuevo comienzo” con Cuba y levantar grandes expectativas ha paralizado sus tibias acciones del primer mandato para flexibilizar el bloqueo. Supuestamente, la muy merecida condena a prisión en la isla del contratista estadunidense Alan Gross es la causante del inmovilismo de la Casa Blanca. Sin embargo, esta no se da por enterada de los tres cubanos antiterroristas que mantiene tras las rejas. Un hecho totalmente injusto, además de la falta total de ética con que el FBI se aprovechó para apresarlos de las pruebas aportadas por Cuba con muy buena fe sobre las actividades terroristas desde Miami, ahora renovadas. Sin un arreglo simultáneo y mutuamente convenido de esta situación humanitaria no es posible avanzar hacia una normalización de relaciones.
 “Estados Unidos se encuentra cada vez más aislado internacionalmente en su política hacia Cuba”, advierten los firmantes de la carta. Y es que a los tanques pensantes del sistema imperialista estadunidense no se les escapa el unánime espaldarazo latino-caribeño recibido por Cuba con su elección a la presidencia pro tempore de Celac y la celebración de la cumbre de la organización en La Habana, el fluido dialogo relanzado por la Unión Europea con la isla así como el alto aprecio de que goza en los foros internacionales. Como tampoco subestiman el constante incremento de las relaciones de Cuba con Rusia y China y el ostensible respeto hacia ella de ambas potencias, A la vez, que  Estados Unidos no puede aspirar a una relación medianamente civilizada con América Latina mientras no comience a mostrar un cambio de su arrogancia en el trato hacia Cuba. Es imposible imaginar una cumbre de las Américas sin la presencia de Cuba y queda un año aproximadamente para que Washington lo digiera.
Pero como si no hubiera en Cuba una Revolución en el poder, la misiva propone sin recato aprovechar al incipiente sector privado creado por el proceso de actualización cubano como base de apoyo  social para la política de Estados Unidos de instauración del capitalismo en Cuba. Esperemos la respuesta de La Habana seguros de que no habrá imposiciones imperialistas aunque sí disposición inteligente al diálogo.
No habrá otro camino en Cuba que el decidido por el pueblo cubano. Que a nadie le quepa duda.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Intelectuales, imperialismo y revolución: sobre una polémica desatada por la entrevista de Leonardo Padura concedida al diario La Nación de Buenos Aires.

Atilio A. Boron
Comparto a continuación las intervenciones de diversos intelectuales sobre las afirmaciones volcadas por Leonardo Padura en la entrevista que le concediera al diario La Nación (http://www.lanacion.com.ar/1687377-1687377). Como soy aludido en varias de ellas quisiera reiterar lo que dije en el comentario del día 11 de Mayo cuando leí el reportaje que le hicieran a Padura en Miradas al Sur (http://sur.infonews.com/notas/aqui-es-donde-mas-me-preguntan-por-cuba), un semanario que se encuentra en las antípodas de La Nación. En esa ocasión escribí a varios amigos que me interrogaron acerca del significado de mi crítica un mensaje por correo electrónico que decía lo siguiente: 

11.5.2014
Hola todas y todos: como recordarán, hice una crítica a la entrevista que Padura le concediera a La Nación de Buenos Aires. Hoy domingo aparece esta otra entrevista, en el semanario Miradas al Sur. La comparto con ustedes para su información.
Sigo sosteniendo lo que dije en mi nota anterior: no basta con decir que en Cuba uno "se demora 15 minutos en abrir una página en la web". Eso lo sabe todo el mundo pero es detener el análisis en lo meramente fenoménico. Falta la siguiente pregunta: ¿por qué ocurre tal cosa? Y la respuesta es clara y contundente: por el bloqueo informático al que ha sido sometida Cuba por el imperialismo norteamericano. Sin esta pregunta -y sin su correcta respuesta- cualquier crítico se convierte en una reencarnación de Jeremías, aquel profeta  hebreo de interminable lamentos y que auguraba las peores catástrofes para el pueblo judío. La historia demuestra que sus jeremiadas no impidieron que los judíos terminaran esclavizados por la teocracia del antiguo Egipto.
Con un fuerte abrazo,
Atilio

A lo anterior agrego un par de comentarios, suscitados por la lectura del dossier preparado por Jorge Angel Hernández Pérez y los compañeros de Ogun Guerrero que mucho agradezco por su esfuerzo y que incluyo completo más abajo en este posteo.
Primero, para insistir en una premisa metodológica que señala que cualquier análisis de un país de América Latina y el Caribe, y muy especialmente de Cuba, es insanablemente desacertado si no toma en cuenta la inescindible unidad existente entre los procesos domésticos o locales –con sus yerros, limitaciones o imperfecciones de cualquier tipo- y las condicionantes internacionales que impone el imperialismo, que en el caso de Cuba asumen con el bloqueo una duración y profundidad que no tiene parangón en la historia universal. Por lo tanto, cualquier análisis o evaluación de lo que ocurre en ese país, tanto de sus logros como de sus frustraciones, debe necesariamente integrar estos dos aspectos, cosa que Padura no hace y que fue lo que motivó mi primera crítica.
Segundo, para dejar bien sentado que cuando cierro mi nota publicada en Rebelión diciendo que “quien no esté dispuesto a hablar del imperialismo norteamericano debería llamarse a un prudente silencio a la hora de emitir una opinión sobre la realidad cubana” de ninguna manera puede interpretarse, como lo hace Arturo Arango, como una exhortación a silenciar toda crítica a la Revolución. Soy de los que cree, y una conducta seguida a lo largo de toda mi vida así lo certifica, que como tantas veces lo observara Marx sin crítica no hay revolución. En El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte escribe que 
“las revoluciones proletarias como las del siglo XIX se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado para comenzar de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos … retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: ¡Aquí está Rodas, salta aquí.”
La crítica es la savia que mantiene viva a la revolución, pero para ser tal debe adoptar una perspectiva que permita entender a Cuba y su revolución como una totalidad concreta y multidimensional, en donde se anudan una multiplicidad de factores que son los que determinan su situación actual. Decir que no hay yogur en Cuba o leche en Venezuela no es una crítica sino un comentario (que puede o no remitir a una situación criticable), algo que carece del grado de elaboración intelectual que debe tener una crítica para ser considerada como tal. La crítica, vuelvo a Marx, es ir a la raíz de los problemas; el comentario, en cambio, se limita a constatar las apariencias.
Que Cuba necesita realizar muchos cambios -a la vez que preserva las conquistas históricas de la Revolución, que son innegociables- está fuera de discusión. He venido insistiendo sobre este tema desde los tiempos del período especial, en mis intervenciones orales y escritas, estas últimas reunidas en un texto publicado también en Cuba y que lleva por título Socialismo Siglo Veintiuno. ¿Hay vida después del neoliberalismo? Que los intelectuales tenemos una enorme responsabilidad ante los desafíos que plantean estos cambios, tanto los intelectuales que viven en Cuba como los que desde fuera estamos totalmente identificados con la Revolución Cubana, también es indiscutible. Responsabilidad para señalar los errores y celebrar los aciertos; para mapear el escabroso terreno nacional e internacional por donde habrán de procesarse los cambios que hay que hacer, con quiénes hacerlo y quienes se opondrán a ellos. Para poner las armas de nuestra crítica al servicio de la construcción del socialismo. Y para esto nada más dañino que el silencio. El silencio de los de adentro pero también de quienes estamos afuera y que pese a no haber vivido todos esos años en Cuba, como de alguna manera nos lo reprocha Arturo Arango, también tenemos derecho a emitir opiniones sobre lo que pasa en Cuba y sobre cualquier otro país, sobre todo aquellos que, como Cuba, contra viento y marea marchan a la vanguardia en la construcción de un mundo mejor. ¿Cómo podríamos quedarnos en silencio, aún a riesgo de que nuestras opiniones puedan no ser del agrado de todos? Los intelectuales revolucionarios somos profundamente internacionalistas, como lo es Cuba, y eso nos autoriza a opinar, a disentir y a apoyar. Además, no está de más recordar que quienes hemos apoyado invariablemente a la Revolución Cubana pagamos un alto precio por ello. En el caso de la Argentina algunos lo pagaron con su vida; otros con la cárcel y las torturas y los más afortunados con el exilio que los puso a salvo de la barbarie. Más recientemente otros lo están pagando con persecuciones varias, desde la pérdida de sus empleos, crueles discriminaciones, injustas marginaciones de todo tipo e, inclusive, amenazas físicas. En suma, querido Arturo, estar al lado de Cuba y ser anti-imperialista en América Latina y el Caribe es una profesión peligrosa, a veces muy peligrosa en algunos países. Porque asumimos esos riesgos nos asiste el derecho para opinar y discutir sobre Cuba, su presente y su futuro. Cuba es el gran faro que ha iluminado la insurgencia de nuestros pueblos. ¿Cómo podríamos permanecer en silencio e indiferentes ante lo que allí ocurra?

lunes, 19 de mayo de 2014

Regresó a Cuba el pelotero Alfredo Despaigne

Tomado de Granma
El destacado pelotero Alfredo Despaigne arribó este lunes a Cuba, pasadas las 2:00 p.m. procedente de México, en cuyo béisbol se venía desempeñando con el equipo de los Piratas de Campeche hasta el pasado 12 de mayo.
“Voy a pasar un tiempo con mi familia a la espera de que se solucione todo. Ni la Federación Cubana ni yo tenemos nada que ver con el problema que hubo con el pasaporte”, expresó el granmense a su regreso en el aeropuerto Internacional José Martí de La Habana.

José Martí, poeta mayor

Enrique Ubieta Gómez
José Martí es un gran poeta. Me dijo, seguro de sí, un amigo mexicano. La sentencia de inicio me pareció estrecha. Pero asentí ante el hecho inobjetable. Ser un gran poeta es una cualidad abierta a múltiples interpretaciones. Existen cazadores del rubor, seres sensibles que escuchan más alto y más claro el sonido (y el sentido) de las palabras, que saben catar su sabor, y que pueden reunir los sonidos exactos, como brujos buenos, para entregarnos la trascendente emoción de un instante. ¿Qué fuera de nosotros sin esos versos, sin esos seres que sólo conocemos por las palabras, por las nostalgias y los sueños que regalan?
Hay creadores de actos que se apropian del instante mágico en que la palabra se corporiza en hechos. No hay versos, o estos llegan después, como el trueno que secunda a la fugaz luminosidad del rayo. El poema escrito lo expresó así: “si el poeta eres tú”. En uno y otro caso, tras el hecho o la palabra, una línea invisible marca el sentido de la belleza: la trascendente eticidad de la vida. ¿Qué fuera de nosotros sin esos seres que ignoran la palabra exacta, pero saben instintivamente dónde es más intensa la luz del acto, sin esos seres que sólo conocemos en libros de historia o de versos escritos por otros, que regalan la fe en el hombre, la esperanza en futuros mejores?
No hay palabras ni hechos baladíes. Los sentimientos convocados por el poema nos remiten al hecho, en él se prefigura la palabra. Pero hay seres superiores que conjugan ambas cualidades: hacen poesía en versos y en actos. Son los poetas mayores. Pueden fundar un movimiento literario y simultáneamente, fundar una nación. Son poetas revolucionarios o viceversa: la belleza para ellos es conocimiento, y es afirmación ética. José Martí es uno de ellos. Un creador para quien lo real puede no ser visible, o sólo potencialmente existente, una posibilidad por la que hay que luchar. En política lo real es lo que no se ve, decía. El político auténtico es un creador. Las verdaderas soluciones no se encuentran en lo aparente, en lo que comúnmente se considera posible.
Hay políticos vanidosos que, alejados del pueblo, desprecian la poesía. Dicen: “Martí tejió de palabras un futuro para Cuba, y las palabras, palabras son. Su credo político es mera literatura”. No saben distinguir entre literatura y poesía, entre la retórica fantástica y la creación revolucionaria. Van más lejos: creen que el apego a principios éticos, entorpece la labor política. Hablan desde el altar neoliberal y le rinden culto al más feroz pragmatismo. Quisieran enterrar el pensamiento revolucionario cubano y sustituirlo por la retórica reformista. Traen una nueva lista de nombres a venerar: autonomistas, anexionistas, machadistas, batistianos solapados o declarados. Pretenden olvidar (y que olvidemos) algunas lecciones de la historia: los autonomistas siempre se definieron como hombres pragmáticos, realistas, que se atenían a lo posible, en lugar de soñar con lo imposible. Políticos modernos, no poetas. Pero “lo posible” (la solución autonomista o la neocolonial o la anexionista), resultó imposible. Lo único posible fue el salto sobre el abismo de “lo imposible”: la Revolución martiana de 1959, la independencia absoluta y la justicia social.
He dicho alguna vez que la identidad nacional ha tenido en Cuba diferentes plataformas políticas que fueron en su momento revolucionarias, y que a ella contribuyeron, más que los antropólogos, los sociólogos o los historiadores, los políticos fundantes. Cintio Vitier en su prólogo a un pequeño cuaderno mío reafirmaba ese aserto, pero añadía, con cierto afán rectificador: y los poetas. Creo que hablábamos de lo mismo, él con más claridad: la política y la poesía se funden en Cuba en la conjunción martiana de la verdad, la justicia y la belleza. La política martiana, es decir, la poesía, funda la nación.
La poesía es atemporal. No porque las soluciones que propuso José Martí, una a una, sean aplicables hoy; el asunto es otro: lo que sigue siendo plenamente aplicable son las soluciones martianas, valga la paradoja. Es martiano el apego a la verdad y a la justicia, la toma de partido por los pobres, el desdén ante quienes viven “insecteando por lo concreto”, la capacidad de salto sobre el imposible, la fe en el mejoramiento humano, en el pueblo, la búsqueda de un camino alternativo para nuestra América, que la una y la distinga de la América que nos desprecia, la denuncia del imperialismo norteamericano, la creación que parte del conocimiento de lo universal y crece sobre las evidencias de lo particular, en fin, el conocimiento como medio para la felicidad humana, la política como ara, no como pedestal. Es martiana la apuesta a favor de la cultura del ser –el camino opuesto a la cultura capitalista, la del tener–, que tan bien se expresa en los lúcidos consejos a su hija (adoptiva o biológica, poco importa) María Mantilla, texto que debiera difundirse más; su concepto de unidad en la diversidad (los negros, los pueblos precolombinos, las mujeres, los blancos criollos, los españoles honestos, etc.), que sin embargo, prescinde de los vanidosos, de los sietemesinos que no creen en su pueblo, de los que reniegan de su madre de piel más oscura o pobre, de los que intentan poner a la Patria de pedestal para ambiciones pedestres.
Su rostro, colgado en la pared de un cuarto o iluminado en una valla pública, me mira fijamente. Una cabeza ensimismada de bronce sobre la mesa de trabajo, me acompaña. José Martí es un nombre frecuente en nuestra geografía urbana. Y sus textos, fragmentados, yacen dispersos en cualquier texto ajeno. A 119 años de su caída en combate, es una referencia ineludible para cualquier cubano. Pero su vigencia no está en el número de veces que se le cita, ni en su abrumadora presencia iconográfica. Si se descontextualizan sus sentencias, se seca y se torna incomprensible el hombre, y se convierte su obra en la suma de todas las frases, y de todas las interpretaciones posibles. Contextualizar no significa anclar en el pasado. Ni reducirlo a la mera lectura literaria. Hay que contextualizar su obra y su vida para entender su trascendencia; después, hay que descontextualizar su trascendencia para incorporarlo al debate actual.
Martí no se dejó acorralar por coyunturas pasajeras, ni se sumergió placentera o agónicamente en su rico mundo interior. Por sobre todas las demás facetas de su personalidad fue un revolucionario, es decir, un creador, un político fundador, un poeta. Los políticos geniales como él son creadores. Trabajan siempre sobre las más impredecibles y en ocasiones efímeras coyunturas, sin dejarse atrapar en sus redes, sin repetir soluciones, porque diferentes son cada vez los problemas. ¿Quién ha pedido el manual salvador?, ¿el libro imposible donde el Apóstol describiera las soluciones futuras de su República? La muerte de los grandes políticos deja siempre un vacío irreparable: no hubo ni habrá manuales de comportamiento que sustituyan el instante de creación. En política no hay recetas. Entonces, ¿qué nos deja? Principios, horizontes, ejemplos de conducta, caminos andados y por andar, metas y análisis históricos que deben estudiarse como se abordan las partidas ajedrecísticas de los maestros, sabedores de que sobre el tablero nunca volverán a repetirse exactamente las mismas fichas y posiciones. ¿Es poco? De ninguna manera. Cuba tiene el privilegio de contar con el apostolado fundador de un hombre que supo trazar sobre las coordenadas de la naciente modernidad, un camino alternativo que integrara la justicia, la belleza y la verdad.
La primera enseñanza de nuestro fundador es su propia condición de revolucionario. De radical, es decir, de hombre que va a las raíces. De creador, de político que no acepta el dictamen de las apariencias, la sumisión a “lo inmediato”, que suele ser lo aparente, lo irreal, lo verdaderamente imposible. Hay quienes eluden hoy definirse como revolucionarios, y se enmarcan (o se enmascaran) en una llamada izquierda democrática. ¿Qué entienden por izquierda democrática?, ¿quién podría objetar ese vocablo de múltiples valencias? Izquierda y democracia, dos términos que sin precisiones históricas y sociales, nada significan. ¿Acaso no es posible hablar de una democracia revolucionaria?  Confunden las palabras y mal interpretan la historia.
Nuestro poeta no muere en un lecho oscuro por un amor imposible; cae en la manigua, revólver en mano, desposado con la Patria. Como muere antes Céspedes, o Maceo después. Amantes apasionados, poetas furibundos, como el Che. Defender ese legado revolucionario, creador, poético, valga la redundancia, es defender los legítimos fundamentos de la nación cubana, y el único futuro posible que tenemos los cubanos, aunque a los escépticos y a los oportunistas les parezca imposible.

Jorge Fuentes: "No tengo alma de esclavo"

Joel García
Fotos: José Raúl Rodríguez Robleda

Ver más: Jorge Fuentes: “no tengo alma de esclavo” http://www.trabajadores.cu/20140518/jorge-fuentes-tengo-alma-de-esclavo/
Fotos: José Raúl Rodríguez Robleda

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Fotos: José Raúl Rodríguez Robleda

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Foto: José Raúl Rodríguez Robleda
Trabajadores
A Jorge Fuentes le han hecho decenas de entrevistas en su larga carrera deportiva. Ser el mánager más ganador del béisbol cubano (974 victorias) y sumar dos títulos mundiales (1988 y 1994) y dos olímpicos (1992 y 1996) son credenciales de autoridad y prestigio. Sin embargo, ese mediodía tuvimos la oportunidad de acercarnos a la historia de un pinareño, nacido en San Cristóbal, con mucho que aportar todavía a la pelota con modestia y experiencia. Acomodado en el sofá de su casa, recordó su niñez y juventud, no rehuyó ningún tema por escabroso que fuera, opinó con fuerza y argumentos sobre el pasado y presente en la dirección de equipos, adelantó propuestas, esclareció rumores y volvió a salir airoso. Por más de dos horas, Fuentes confesó su aprendizaje al lado de José Miguel Pineda, su trabajo al frente del equipo nacional por una década, la salida de los Piratas de Campeche semanas atrás y las claves para dirigir un deporte en el que “la suerte hay que perseguirla hasta hacerte amiga de ella”. Así transcurrió la conversación.

Poco se sabe de sus inicios en el béisbol…
“Hay que remontarse a mi niñez. En mi casa no había televisor, pero una tía de mi mamá le había regalado un televisor a mis abuelos y cuando iba los fines de semana, años 50 y pico, veía mucho el béisbol y boxeo profesional. Por ahí empezó a gustarme, viendo aquella pelota de cuatro equipos: Habana, Almendares, Marianao y Cienfuegos. Recuerdo que tendría 7-8 años cuando le pedí al esposo de una tía, que me regalara unos pequeños sembrados de tabaco negro para hacer un estadio de béisbol. Quizás influenciado por la televisión, veía ese terreno tan parejito como un estadio. Después comencé a practicar en el barrio. Fui a competencias a nivel provincial, jugaba tercera base y pitcheaba en momentos determinados. Cuando ingresé en el Fajardo (escuela de deporte) tuve la suerte de tener profesores como Juan Ealo —uno de los hombres de más conocimiento de béisbol que haya conocido—, Nelson Ciero y René Masip, quienes eran de la Cátedra de Béisbol”.

¿Cómo llega a la dirección de equipo después de graduado? 
“Nos decían los muchachos del Fajardo, pero no nos estábamos formando como directores de equipo. Terminábamos como profesores de Educación Física, porque no había ni siquiera Licenciatura en Cultura Física. En ese grupo estaba Higinio Vélez, Carlos Martí, y al otro año se incorporó Eduardo Martín. Lo que pasa es que Servio Borges marca la diferencia a partir de 1969. Acabado de graduarse le dan la responsabilidad de dirigir y gana con Azucareros, de las Villas, y luego con el equipo Cuba. Eso nos abre las puertas a todos los egresados para empezar a trabajar en el béisbol. Cuando salgo en el año 1972, vengo a la Academia provincial, pero como entrenador”.

En esa época un grupo de veteranos ya trabajaba en la provincia con el béisbol como Asdrúbal Baró 
 “Todos aprendimos mucho e hicimos una gran amistad con Baró. Fue un lujo haber trabajado a su lado. Hizo muchas cosas, tenía una capacidad muy grande y ayudó a los jóvenes. Había jugado en la Liga profesional cubana y fue un gran bateador. En 1973 viajé a México como parte de un colectivo de entrenadores cubanos que participó en la preparación de los ahora Tigres de Quintana Roo. Sigo adquiriendo conocimiento e intercambio por primera vez con profesionales. En ese grupo estaban Luis Zayas, Benito Camacho, Eugenio Wilson y yo. Cuando regreso hice mi primera incursión en Series Nacionales como coach de primera de Pinar del Río, bajo el mando de Lázaro Rivero. Después voy a otro intercambio en Pastejé (1974) y al retornar me incorporo al equipo, ahora con Francisco Martínez de Osaba como mánager”.

¿Y cuándo dirige entonces por primera vez? 
“En 1975 comienza la Serie Selectiva y no estoy porque me dan la conducción de la primera Serie Especial o Liga de Desarrollo nacional. Discuto el campeonato y lo gano frente a Constructores en el Latinoamericano. Esa fue mi primera victoria como director. A finales de 1976 llegó José Miguel Pineda a Pinar del Río y lo nombran al frente de Vegueros. No tenía ninguna amistad con él en aquel entonces, pero caigo en el grupo que seleccionó para trabajar y estoy cinco temporadas a su lado, de 1977 a 1981”.

¿Qué le aportó, qué bebió del estilo de Pineda? 
“Un mundo de cosas. Pineda era un sabio dentro del béisbol. Tenía una visión increíble, decía este jugador sí va a dar, aquel no. Era muy inteligente para el orden al bate, el cambio de los pitchers. Además, lograba un poder de comunicación muy grande con los atletas y los entrenadores por sus conocimientos, carisma y su sentido del humor. Fue una escuela y estuve cerca de 600 partidos a su lado, entre series nacionales y Selectivas. Al segundo año, Pineda me da responsabilidad de atender toda la preparación del equipo. Puedo decir que me acogió como a un hijo o un amigo, y estoy sumamente agradecido porque lo veía como un ídolo y admiraba esa estatura, esa sabiduría”.

El mismo cuento y el mismo collar

Oscar Sánchez Serra
Granma
No hay que darle más vueltas a la noria, ni enredarse en la madeja de especulaciones, lo que ha ocurrido en la Liga Mexicana de Béisbol (LMB) con Alfredo Despaigne y el pasaporte falso con el que se dice fue inscrito en esa entidad por el equipo Piratas de Campeche, en el cual milita en la presente temporada, nos lleva a una sola lectura: el pelotero cubano para jugar béisbol fuera de su país está obligado a renunciar a este.
Y lo tiene que hacer porque una ley federal estadounidense así lo dicta, no importa donde lo haga o quiera hacerlo, pues esa norma legislativa, obsoleta y rechazada casi por todas las naciones del mundo, es también extraterritorial. Esa ley es la del bloqueo económico, comercial y financiero de hace más de 50 años.
Una medicina para salvar la vida de un niño no puede venir de un laboratorio estadounidense, ni tampoco de una entidad similar en cualquier punto del planeta, si existe la más mínima relación con la nación más poderosa de la tierra. Un banco, dondequiera que esté, es multado con cientos de millones de dólares si tiene una transacción de un peso con el Estado cubano. Un pelotero que no se vaya de la Mayor de las Antillas o deje a su equipo en medio de una competencia internacional, corre igual suerte. Esta situación no sucede con ningún otro deportista en el mundo, solo ocurre con los atletas cubanos.
National Association, a la cual está afiliada la LMB, es un organismo que regula las ligas y los equipos de las Ligas Menores, que a su vez depende de la oficina del Comisionado de las Grandes Ligas de Estados Unidos. Es por ello que la LMB tiene que cumplir con el requisito de que para que un pelotero cubano pueda jugar en México debe tener pasaporte de un país diferente al nuestro. Es así de sencillo.
Para colmo, cuando el pelotero quiere probarse en esas lides o en otras de muchísima más calidad como la propia Major League Baseball y obtener los dividendos según su destreza y es forzado a renunciar a su país, entonces sí le buscan pasaportes de todo tipo, sean falsos o no, lo mismo si hacen falta tres, cuatro o cinco, con el risible argumento de que están saltando a la libertad. ¿De qué libertad se habla?
Si un pelotero cubano viaja legalmente a Estados Unidos por la fortuna o lotería de que le otorguen un visado en La Habana, y quisiera jugar en la MLB o Grandes Ligas, tendría que someterse al Draft, especie de escalafón cualitativo, sin que eso le dé un boleto automático a los suntuosos escenarios de las bolas y los strikes. En cambio, si agarra ilegalmente una lancha, pasa por los peligros del tráfico de personas o tiene la suerte de caer en cualquier costa sin esos riesgos, entonces ancla en la próxima temporada sin escala.
En este cuento del pasaporte falso, la relación con Des­paigne y el béisbol de nuestro país, la organización Piratas de Campeche, en su declaración del 15 de mayo, dice en su segundo punto que: “Las Instituciones Deportivas de Cuba, en especial la Federación de Béisbol, son absolutamente ajenas a los hechos”.
El propio Enrique Rojas, destacado y experimentado periodista dominicano de ESPN, gran conocedor, además, del béisbol mundial y del cubano, quien puso al descubierto la actual trama, afirmó en una entrevista ayer para Progreso Semanal que “sería injusto decir que la Federación Cubana estaba enterada de que Alfredo Despaigne estaba registrado en la Liga Mexicana como beisbolista dominicano usando un pasaporte falso. Eso no lo sabemos. Lo que sí resulta inexplicable es que a todos los otros peloteros cubanos les impidieron jugar en la liga porque no tenían residencia de una segunda nación —que perfectamente pudo ser la residencia mexicana— y a Despaigne sí lo dejaron jugar. Alguna explicación debió dar la Liga Mexicana para explicar la excepción. No sé si lo hicieron”, expresó.
“Para un cubano jugar debe presentar alguna documentación que avale que reside o tiene la nacionalidad de otro país”, dijo el pasado jueves Plinio Escalante, presidente de la Liga Mexicana de Béisbol.
¿Entonces por qué se les acepta a los Piratas de Cam­peche la inclusión del cubano? ¿Sabía Piratas que esa regulación existía, como dicen otras fuentes, desde el pasado año?
Despaigne salió de Cuba y lo hizo con su pasaporte oficial, No. XO18019, y con un visado vigente y toda la documentación en regla ante las autoridades mexicanas en nuestra capital, aseguró a Granma Higinio Vélez Carrión, presidente de la Federación Cubana de Béisbol.
Y claro que las autoridades deportivas cubanas y su federación de béisbol son ajenas al presunto fraude, entre otras cosas, porque siempre han actuado con los principios éticos y morales por delante de cualquier premio, sea una medalla o una montaña de dólares.
Lo que sí no nos es ajeno, a las autoridades deportivas, a la Federación Cubana y a los que tenemos que ver con el béisbol, es la negociación con la LMB, no por considerarla de menor cuantía o calidad, sino porque en condición de especialistas responsables, esas entidades debían saber a lo que nos exponíamos con una relación de este tipo.
Había que preguntar a la parte mexicana cómo se iba a establecer esa relación si se conocía de los impedimentos que hacen subordinarse a esa Liga a los designios de las Grandes Ligas y, por lo tanto, ser sujeto de la aplicación de las arcaicas, enajenadas y espurias leyes estadounidenses contra Cuba.
La verdad ha sido y será el bastión donde radica la fuerza, la transparencia y la moral de la Revolución. Hoy tenemos dos peloteros en equipos japoneses y ya se ha anunciado por la propia Federación Cubana que existen otras negociaciones sobre la mesa, lo cual no hará otra cosa que incrementar la persecución de nuestros jugadores donde quieran que estos se desempeñen.
Ni Cuba ni sus peloteros le temen al béisbol profesional, sus jugadores están aptos para cualquier Liga, incluso deseosos de probarse. Ya en 1999, al regreso de los atletas cubanos del juego con los Orioles de Baltimore, el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, había asegurado que tenemos las cualidades para inscribir un equipo en las Gran­des Ligas.
Y es cierto, atributos nos sobran, pero para ello nuestras autoridades han de exigir en cualquier cancha o terreno deportivo igualdad de condiciones, como mismo ha reiterado el compañero Raúl en cuanto a las conversaciones con el Gobierno de Estados Unidos. Y el béisbol no es menos, por el contrario, es mucho, pues constituye  una de nuestras más nítidas expresiones de nacionalidad y cubanía.

jueves, 15 de mayo de 2014

Amenazantes noticias sobre el cambio climático

Ángel Guerra Cabrera
El deshielo de los glaciares en la Antártida occidental ha cruzado "el punto de no retorno" y ya es “irreversible” a consecuencia del calentamiento global. Dos estudios presentados esta semana por científicos de la NASA y de la Universidad de California en Irvine mostraron el resultado de investigaciones de más de cuatro décadas con información aérea, terrestre y satelital que evidencian un "lento pero imparable colapso" de la estructura de hielo que hará subir el nivel del mar más de 10 centímetros por siglo.
El calentamiento global y el agujero en la capa de ozono modificaron los vientos antárticos y calentaron el agua, lo que "va atacando" la base del hielo. Los expertos opinan que la reducción de las emisiones de combustibles fósiles seguramente no va a detener el proceso, pero sí ayudaría a frenar su velocidad.
Los científicos estudiaron seis glaciares de la región, particularmente  el Thwaites, de 610.000 kilómetros cuadrados.  
Eric Rignot, autor de uno de los trabajos afirma, "ese sector de glaciares será el que más contribuya al aumento del nivel del mar en las próximas décadas y siglos. Un cálculo conservador indica que todo el hielo de los glaciares podría demorar varios cientos de años en llegar al mar”. Cada proceso en esta reacción alimenta al siguiente en un círculo vicioso.
"El hielo que se descarga en el océano estuvo incrementándose continuamente durante más de 40 años". La contracción del glaciar Smith, por ejemplo, ya es de unos 35 kilómetros. Es decir, unos 2 kilómetros por año. "Estos glaciares seguirán derritiéndose hasta que desaparezcan, y el hecho de que reaccionan casi simultáneamente muestra una causa común: el aumento de las temperaturas en el océano".
Estos glaciares propician considerablemente el aumento del nivel del mar, ya que todos los años le aportan tanto hielo al océano como la superficie de Groenlandia con una velocidad mayor que la esperada anteriormente por los científicos.
Solo el derretimiento de los seis glaciares estudiados es suficiente para elevar el nivel de los mares 1.2 metros, un dato que pone los pelos de punta pues no considera el resto de los glaciares de la Antártida, los hielos del Ártico, los de la propia Groenlandia ni la infinidad de glaciares existentes en todos los continentes, la mayoría –por cierto- en proceso de deshielo si es que no desaparecieron ya.
El hallazgo de los científicos está basado en tres evidencias fundamentales: el cambio de la velocidad del flujo de agua que los glaciares aportan al mar, la cantidad de hielo de cada glaciar que flota en el mar y la pendiente del terreno por el que se deslizan, y su profundidad por debajo del nivel del mar.
Prueba de que el fenómeno no se reduce a la Antártida, un artículo de Darh Jamail publicado en marzo de este año(http://www.rebelion.org/noticia.php?id=182868)  ofrece amplia evidencia sobre el deshielo del Océano Ártico, en el Polo Norte, que permite hacerse una idea más completa sobre las gravísimas implicaciones del derretimiento a escala global, y, sus devastadoras consecuencias sociales.
Jamail cita a un número “cada vez mayor” de científicos que estudian las Alteraciones Antropogénicas del Clima. Ellos afirman que no habrá hielo en el Antártico en los próximos dos veranos.
La pérdida del hielo creará una situación que supondrá un planeta muy distinto, con una elevación de la temperatura media de la Tierra de hasta 5 o 6 grados centígrados en pocas décadas… la nieve y el hielo serán muy raros en el hemisferio norte o incluso desaparecerán durante todo el año, pronostica Paul Beckwith, profesor de climatología y meteorología en la Universidad de Ottawa que estudia el cambio climático brusco en la actualidad y en los paleoregistros del pasado más lejano.
Hasta el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU, aduce Jamial, conceptuado como conservador por la comunidad científica, acaba de vaticinar “…cambios climáticos imparables e irreversibles, como el deshielo tanto de la capa de hielo del Ártico como del hielo de los glaciares de Groenlandia”.
Eventos climáticos extremos, pérdida enorme de cosechas y hambrunas sin precedente, disputas por el agua y otros recursos, ley marcial y derrocamiento de gobiernos, están entre las consecuencias que prevén los científicos en pocos años.
Si no acabamos pronto con la quema de combustibles fósiles -–principal causante del cambio climático- y, por lo tanto, con el capitalismo que la engendró, ella acabará con la vida de nuestra especie.

lunes, 12 de mayo de 2014

Notas sobre la militancia en el ejercicio periodístico

El pasado 5 de mayo, a propósito de una entrevista concedida por el destacado escritor cubano Leonardo Padura a La Nación de Buenos Aires, se discutía en Facebook si la militancia de un periodista limitaba su objetividad en el ejercicio de la profesión. Como había sido etiquetado en la discusión, publiqué ese día el comentario que reproduzco ahora. Incorporo también el diálogo con Sandra AbdAllah-Álvarez Ramírez (Negracubana tenía que ser), porque introduce matices y aclara, aunque no cierra (la búsqueda de la verdad o la construcción de un consenso nunca se cierran), otras interpretaciones. Por supuesto, ser militante para mí no significa pertenecer a un Partido.

(Enrique Ubieta): 
1. No existe periodismo no militante, solo periodistas ignorantes de su militancia (o cínicos); 
2. Cuba no es paraíso ni infierno –ello supone entonces el ejercicio comprometido de la crítica–, pero hay que tener un ideal de paraíso y una idea histórica de infierno: se critica para empujar la realidad hacia el ideal; 
3. El ideal es mucho más que "libertad" de criticar: la crítica es un medio, no un fin; 
4. Porque mi prioridad es Cuba, soy militante del Partido Comunista (escribo con orgullo su nombre) y no dejo de expresar mis criterios, todos tenemos historias de incomprensiones, pero no me regodeo en ellas; 
5. La crítica se convierte en acto narcisista, si el que la enuncia descontextualiza su objeto, si la lupa nos impide ver el entorno o su ubicación en la historia. 
En definitiva, amigos, ser militante hoy del Partido en Cuba no propicia ventajas, menos aún estatus, eso lo sabemos todos.

(Sandra AbdAllah-Álvarez Ramírez):
Enrique: Conincido pero también creo que nos movemos en un terreno demasiado movedizo. Me pregunto qué es "descontextualizar el objeto"? Presumo que es una valoración que hace alquien sobre algo y entonces entramos de lleno en la eterna discusión de la objetividad/subjetividad en el periodismo. Yo y Ud presenciamos un evento y vamos a tener visiones y análisis diferentes que plasmaremos en nuestras nota. Pero a uno de los dos le toca juzgar el texto del otro, ¿quién prevalece? Supongo que quien tenga el poder, que muchas veces coincide con quien grita mas alto.  
Yo la verdad me hice "periodista", luego de ser activista. O sea mi blog, que desde que nació se declaró ciberfeminista negro, fue lo que me llevó, aunque no se crea, a ejercer el periodismo o a hacer prensa como prefiero llamarle. Y asi pasé en mi medio de prensa, de editora a periodista. 

(Enrique Ubieta):
Sandra: Respeto mucho tu militancia "ciberfeminista negra", como la catalogas. Todas las causas que contribuyan a la justicia social son también mías. Cuando hablo de contextualizar lo que se critica, me refiero al hecho de que el cuarto de tu casa no establece los límites del mundo: tu cuarto está en un edificio, en una ciudad, en un país, en una región, en un planeta. Y las cosas no solo tienen historia, sino que nuestra visión de ellas es histórica.

domingo, 11 de mayo de 2014

El enemigo falla ante el pensamiento auténtico

Luis Raúl Vázquez Muñoz
Arletty White Morales
Rachel Febles García  

Juventud Rebelde
CIEGO DE ÁVILA.— El oficial de la contrainteligencia se movió inquieto. ¿Tú piensas que la Seguridad eres tú nada más? Raúl Antonio Capote se acomodó en la butaca y no pudo evitar una sonrisa. «Yo era un inexperto —dijo al recordar uno de los momentos que lo marcaron como agente de la Seguridad del Estado—. No tenía experiencia, actuaba más por convicciones que por conocimiento».
Capote —o el agente Daniel de la contrainteligencia cubana— estaba vestido con pulóver negro y un pantalón de mezclilla. Acaba de entrar a una de las oficinas del Comité Provincial de la Unión de Jóvenes Comunistas de Ciego de Ávila, y enseguida en la habitación llamó la atención por su corpulencia.
Desde que fue desclasificado en el serial Las Razones de Cuba, su vida dio el segundo gran vuelco, porque el primero fue cuando aceptó trabajar para la Seguridad. Parte de esas vivencias, incluida la de su reclutamiento por la CIA bajo el seudónimo de Pablo, las ha contado en los lugares más diversos. Es esa la razón que lo ha traído a Ciego de Ávila, invitado por la UJC, y donde ha intercambiado con estudiantes, jóvenes trabajadores, intelectuales y periodistas sobre los temas más disímiles y con las preguntas más complejas sobre la Cuba del presente y sus dificultades.
«Al dialogar —dijo—, debes estar dispuesto a oír y respetar un criterio distinto al tuyo, incluso si no coincide. El diálogo es un ejercicio de humildad, de aprendizaje y valentía para todos. Del que habla y de quien escucha».

La buena señal

«Hay quienes se alarman cuando los jóvenes dan un criterio fuerte, expresó. Enseguida dicen que son inmaduros, que no tienen toda la información, que falta el trabajo político-ideológico... Yo me alegro cuando un joven plantea su inquietud. Y me pongo contento porque en ese muchacho veo a una persona que ha tomado partido ante lo mal hecho. Es una señal de que a él le preocupa su sociedad, y eso es bueno: solo con la inconformidad es posible el cambio. Un joven inquieto y crítico es un revolucionario en potencia. Por eso es importante el diálogo. Porque tengo la convicción de que de los inconformes surgen los verdaderos revolucionarios, y el intercambio es una forma de participar, de tomar partido».

En Cuba se habla mucho del trabajo político-ideológico y hoy se conoce de la existencia de Génesis, un proyecto del Gobierno norteamericano para influir en la juventud cubana. ¿Qué es para ti hacer trabajo político-ideológico?
El trabajo político–ideológico se trata, en lo fundamental, de dar información, comprometer a la gente, convocarla, confiarle tareas. Hacer las cosas bien y tener responsabilidad, porque donde hay un acto de negligencia, de indisciplina, no hace falta que el enemigo ponga un medio. Eso es lo primero que debemos pensar. Cuba se encuentra en una guerra real, frente a un adversario con una vasta experiencia y que jugó un papel decisivo en el derrumbe del campo socialista.
«Quizá lo más difícil del trabajo político-ideológico sea lograr que la gente haga las cosas bien. Los cubanos somos excelentes en momentos límites. Somos los mejores a la hora de ser aguerridos. Lo que nos cuesta mucho es el esfuerzo diario, y eso nos perjudica».

El hombre ideal

¿Cómo ocurrió tu entrada a la Seguridad del Estado?
Fue en la década de 1980 en Cienfuegos. Yo era el vicepresidente de la Asociación Hermanos Saíz y tenía fama de rebelde. Mis compañeros eran gente inquieta, muy comprometida. Después de La Habana, la filial de Cienfuegos era una de las más grandes del país. Eran los tiempos de la construcción de la Electronuclear de Juraguá, había jóvenes de toda Cuba y hacíamos una cantidad tremenda de actividades. Entonces el enemigo pensó que yo era el hombre ideal por mi carácter rebelde.

Cuando la Seguridad te propuso trabajar con ella, ¿aceptaste de inmediato o te tomaste un tiempo para meditar?
Acepté al momento. Mi generación creció formada en la mística de la Revolución. Habíamos visto En silencio ha tenido que ser y otros seriales que contaban del trabajo de cubanos infiltrados dentro del enemigo, a quienes veíamos como héroes. Después de tanto tiempo y tantas cosas vividas, pienso igual que al principio: lo que hice no fue un sacrificio, sino cumplir con un elemental sentido del deber.

El adversario es una novela tuya sobre un habanero que vive las dificultades del período especial. ¿Pensaste en algún momento que ese libro te podía poner en el punto de mira de la CIA?
Uno escribe un libro y no tiene idea de su posible repercusión. Mucha gente pregunta si lo hice para que el enemigo se fijara en mí y la respuesta es no. El adversario es una novela que responde a inquietudes literarias auténticas y muy personales. Hice un libro de ficción, con un protagonista que vive en La Habana y observa las transformaciones de la sociedad cubana, las cosas malas y buenas. Lo que pasó es que los verdaderos confundidos fueron los del lado contrario. Me vieron como un escritor joven, crítico de la sociedad cubana, cuando en verdad lo que hacía era un homenaje a esos habaneros que pasaron por el período especial y no han perdido la fe en su país.

Tú estuviste más de diez años como agente de la Seguridad Cubana. ¿Alguna vez cometiste un error en tu trabajo? ¿Pudieron descubrirte en algún momento?
Bueno, el problema es que yo siempre me pasaba en lo que me pedían. Era lógico, tenía unos 20 años..., en mi cabeza había mucho de películas y libros de espionaje. Claro que cometí errores. Uno grande fue cuando tuve conocimiento de que se preparaba un plan que involucraba a los jóvenes artistas. Me hice el propósito de entrar al lugar y obtener el documento a cualquier precio.
«Y sí, logré la información; pero me gané un regaño tremendo: puse en riesgo la misión. Recuerdo que dijeron: “¿Tú crees que eres el único que hay en la Seguridad del Estado?” “¿Tú piensas que nosotros no tenemos la forma de enterarnos de lo que dicen esos papeles?”. Ese día interioricé que el trabajo de la Seguridad no es de una persona sino de muchos compañeros, que actúan de manera anónima y sin ánimo de reconocimiento».

Las «Inocencias» de Facebook

Como agente de la Seguridad, ¿tuviste conocimiento de ZunZuneo u otro plan similar? ¿En qué consistían?
En 2007 me entregaron el equipo Bgan con el cual se pretendía establecer comunicaciones seguras. El propósito era mirar al futuro del proyecto Génesis y crear una red inalámbrica conectada a teléfonos celulares y laptops. La capacidad del Bgan permitía cubrir toda La Habana con esa red de comunicación. Por las características del equipo, las conexiones no se podrían rastrear y se usaría para enviar mensajes y movilizar a miles de jóvenes en acciones contra la Revolución. Después, en 2008, la CIA y la Fundación Panamericana para el Desarrollo me solicitaron que consiguiera las guías telefónicas de todo el país y, sobre todo, que lograra conseguir una guía de teléfonos celulares para enviar mensajes a usuarios en Cuba.

¿Cuál es el papel que juegan las redes sociales para desestabilizar la Revolución? ¿Cómo las utilizan?
Miren, por un lado el Gobierno de Estados Unidos bloquea férreamente el acceso de los cubanos a las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones. No permiten a las empresas estadounidenses invertir ni venderle tecnología a Cuba. Luego sus mercenarios y medios de comunicación acólitos martillan el mensaje de que el Gobierno cubano «prohíbe» a su pueblo acceder a Internet e invita a los jóvenes a rebelarse contra el Estado que «les cercena» esa posibilidad. Es inaudito. Es el colmo de la falacia, porque ellos dominan más del 90 por ciento de los servicios de Internet y de comunicaciones en general, y no permiten que nos sirvamos de ellos, ni que compremos los medios para desarrollarlos.
«Es como si no se le permitiera al padre comprar comida para el hijo y después se le dijera al muchacho: “Mira qué malo es tu papá, que te mata de hambre”. Entonces crean redes ilegales, construyen plataformas y usan las redes sociales para desarrollar una guerra violenta en el terreno de las ideas».

Cuba aún no cuenta con una red extendida de nuevas tecnologías de la comunicación, como otros países del mundo. Sin embargo, el Gobierno norteamericano apuesta a ellas para destruir la Revolución. ¿Cómo los servicios especiales norteamericanos utilizan las nuevas tecnologías para lograr sus propósitos en el caso de nuestro país?
La idea de ellos, copiando experiencias como ZunZuneo, Piramideo y otras más, persigue aficionar a los jóvenes al uso de determinada plataforma o red social con mensajes deportivos, artísticos o triviales para luego, en un momento oportuno, usarlos para confundir y movilizar acciones contra el Gobierno.
«Hoy vivimos en un mundo tejido de satélites, redes, artefactos de todo tipo que hacen de la privacidad una quimera. Nada hoy es secreto para los servicios especiales del imperio. Ellos son los dueños de Internet, de la radio, la televisión, los periódicos. Hoy se espía a todas las personas, las empresas, los Gobiernos. ¿Quieren algo más demoniaco que Facebook, la mayor base de datos de la CIA? Allí regalamos cada día nuestros gustos, preferencias, sueños, amigos, amores, dolores, partidismo político. Facebook es una red infinita de información en manos de nuestros enemigos, una verdadera tela de araña a la que acudimos enternecidos, como los ratones al toque del flautista de Hamelín».

El golpe era en agosto

Cuando la celebración del Tribunal Antiimperialista, durante el Festival Provincial de la Juventud y los Estudiantes en Ciego de Ávila, a los delegados les contaste que una intención de la CIA es captar al mediocre. ¿Cómo se entiende eso?
Ese método está dirigido al gremio universitario y a los intelectuales cubanos. El enemigo siempre ha fallado al intentar captar personas con un pensamiento auténtico. Entonces volvía una pregunta: ¿cómo encontrar una gente que les fuera incondicional? La fórmula fue captar al mediocre. Por eso tratan de ubicar al profesor frustrado, con ansias de reconocimiento, con dificultades para publicar su obra científica. Luego le dan acceso a las mejores universidades, le cultivan el ego, abren el camino para que adquiera relevancia y así ese personaje quedará agradecido a quienes descubrieron su «talento».

En ese mismo evento aseguraste que tuviste en tus manos el Plan Bush y las indicaciones para ponerlo en práctica. Alertaste que ese proyecto, que busca desmantelar el sistema político de la Revolución, no tenía nada de pacífico. ¿Qué viste para poder hacer esa afirmación?
Mucha gente piensa que una agresión militar contra Cuba es cosa del pasado. Pero cuando uno lee el Plan Bush se da cuenta de que hay una serie de medidas que solo pueden aplicarse cuando un país está ocupado ¿Para qué se van a construir orfelinatos? Si la transición es pacífica, ¿de quién son los huérfanos que van a meter ahí? No mencionaban los muertos; pero tú descubrías que ellos sí tienen muy claro que muchas personas van a morir, porque van a encontrar una seria resistencia. En verdad, ellos nunca han renunciado a esa idea.

¿La han intentado poner en práctica en estos tiempos?
Sí, cuando la enfermedad de Fidel. Pensaron: la Revolución es Fidel y si él no está, aquello termina en una semana. Así decidieron poner en marcha una provocación. El plan comenzaría en agosto de 2006.

¿Cómo se desarrollaría?
La idea era implementar un golpe suave como tratan de hacer en Venezuela. Se realizarían protestas por grupúsculos contrarrevolucionarios en varias zonas de La Habana, para dar una imagen de caos, con el apoyo de los medios de comunicación internacionales. De esa forma se crearía una imagen de que había levantamientos masivos en las calles. Los enfrentamientos los fabricarían, como se hizo en Libia, donde el 80 por ciento de las imágenes presentadas fueron filmadas en estudio. Luego se pasaría a los golpes quirúrgicos, a los ataques a puntos muy específicos del país, hasta llegar a la escalada militar.

¿Tenían alguna posibilidad de triunfo?
El plan estaba muy bien pensado, pero tenía dos problemas muy serios. El primero era que subestimaba la capacidad de respuesta del pueblo cubano. El segundo, que todo lo apostaba a una persona, Darcy Ferrer, un médico integrante de la contrarrevolución, un verdadero pícaro con deseos de ganar dinero.

¿Cuál era el papel de Darcy Ferrer en ese plan?
Él debía protagonizar unas protestas en Centro Habana. Ese sería el detonante. Sería más mediático que otra cosa, y todos los medios de prensa internacionales estaban avisados. Los americanos se creyeron el cuento de Darcy y pensaron que, como él era médico, tenía gente que lo respaldaría y allí vendría el enfrentamiento. Eso es lo que presentarían al mundo. Ya las noticias internacionales hablaban de tensiones en Cuba. El coordinador de todo en Cuba era Drew Blackeney, un oficial de la CIA con fachada de diplomático de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos. Cuando leí el plan, le advertí a Drew que aquello era una locura. Para disuadirlo empecé a decirle que podían matar a Darcy, y el hombre me escuchó en silencio. Al final habló con un pragmatismo, que me dejó boquiabierto. «No importa —dijo—, eso es lo mejor que nos podría pasar. Si a nosotros nos hace falta un mártir... Que lo maten».

La tarea pendiente de la profesora

¿Por qué falló el plan?
Todo ocurriría el 23 de agosto y fue una película. Drew lo despidió con abrazos: «Vas a liberar a tu país, serás un nuevo libertador». Darcy se apareció a pie en Casalta, una zona próxima al túnel de Quinta Avenida. Debía seguir para tomar un auto que lo llevaría a Centro Habana. Pero al llegar, lanzó unos volantes y volvió corriendo a casa de Drew. Dijo que aquello estaba tomado por el pueblo y no podía pasar. En verdad, lo único que había en Casalta era un viejito junto al quiosco de periódicos.

La contrarrevolución cubana ha estado involucrada en varios escándalos, como el desatado por una Comisión del Congreso norteamericano al descubrir que una parte del presupuesto para desestabilizar la Revolución se utilizaba para lujos personales. En un espacio más privado, ¿qué dicen los funcionarios norteamericanos de esos escándalos?
Ellos desprecian a la contrarrevolución. Le dicen los «todo por uno». Saben que es la oposición más barata y fácil de comprar en el mundo. Y aclaro: si es que a eso se le puede llamar oposición. En la Oficina de Intereses una vez reunieron a varios integrantes de la llamada prensa independiente para un curso por videoconferencia desde los Estados Unidos. Lo daría un señor de apellido Dalmau, profesor de la Universidad Internacional de la Florida. Aquello era patético. Esos «periodistas» improvisaban unos nombres de agencia de noticias en inglés que daba pena oírlos.
«Dalmau quería saber cómo ellos buscaban una noticia, y uno de ellos se paró, dijo que reportó cómo la policía le quitaba la mercancía a un vendedor de cloro. Le preguntaron dónde había verificado la información, y el susodicho permaneció en las mismas: lo de él era buscar la noticia, llamar a Radio Martí y punto. “Ya, eso es lo que yo hago”, insistía.
«El profesor quiso escuchar otro criterio, el de alguien con más oficio, y en la sala se paró otro. Se presentó como un periodista con ocho años de experiencia, formado por el gordo Raúl Rivero. “¡Ah, muy bien! —dijo Dalmau—; dígame: ¿para qué público usted escribe sus informaciones?”. El hombre respondió que para los norteamericanos e insistió en que él hacía igual que los demás: se montaba en la bicicleta y llamaba a Radio Martí. A pesar de tanta insistencia, nunca supo poner un ejemplo de noticia. “Lo mío es mandar la información para los americanos en Radio Martí”, repetía como un loro.
«Llega un momento en que Dalmau no aguantó la risa, aunque no era el único. En el salón había un cristal enmascarado y no dejaba ver lo que había detrás: otro salón con varios oficiales de la CIA, que tomaban té con bizcochos y se burlaban de lo lindo de aquella gente. Eso lo sé porque quien estaba con ellos, tomando el mismo té con los mismos bizcochos, era este servidor».

Esta semana el Minint detuvo a un grupo de terroristas cubanos asentados en Miami, que tenía el propósito de atacar instalaciones militares. ¿Qué relación guarda este hecho con todo lo que has comentado sobre los planes contra la Revolución, a partir del uso de grupúsculos y de las nuevas tecnologías? ¿Cómo se complementan ambos tipos de acciones?
La guerra cultural, la gran campaña en el terreno de las ideas que el imperialismo desarrolla contra Cuba, tiene la finalidad de desmovilzar, romper la unidad, construir en el país una masa de hombres y mujeres que no crean en la Revolución, que no crean en el futuro, personas que pasan de todo, individualistas, esclavos del consumismo, en fin, el ser frívolo, banalizado, que necesitan. Nos bombardean con sus íconos del mercado, con sus símbolos, pero no olvidemos que tras ellos vienen las bombas reales.
«Hombres como José Ortega Amador, Obdulio Rodríguez González, Raibel Pacheco Santos y Félix Monzón Álvarez, recién capturados en Cuba por planificar actos criminales, confesaron que ejecutaban órdenes de los bien conocidos terroristas Santiago Álvarez Fernández Magriñá, Osvaldo Mitat y Manuel Alzugaray, vinculados a Luis Posada Carriles, capo de la CIA.
«Estos actos forman parte de los planes contra Cuba: por un lado, la guerra en el terreno mediático, la subversión político-ideológica y, por el otro, como punto de remate, el crimen, el terrorismo. Eso no ha cambiado en 55 años. Cualquier semejanza con lo ocurrido en Ucrania, Venezuela, Siria y Libia no es pura coincidencia. Constituye un recordatorio para ingenuos, timoratos y francos traidores: EE.UU. no ha abandonado la violencia en sus planes para derribar a la Revolución, y los revolucionarios cubanos jamás abandonaremos la decisión de defenderla hasta las últimas cosecuencias».

¿Cuál fue el momento más difícil de tu trabajo en la Seguridad?
Agosto de 2006. Darcy era una pieza importante del plan; pero la otra era yo. Cuando Darcy iniciara la protesta, yo debía presentarme ante la prensa extranjera, los grandes medios masivos de comunicación y pedir «ayuda» porque el país estaba en caos. Ese sería el puntillazo: solicitar al Gobierno de los Estados Unidos la intervención militar. Hablaría a nombre del pueblo cubano, en mi condición de intelectual y profesor universitario. Después vendría la campaña mediática y luego los ataques militares.
«Los medios de prensa estaban listos, y yo me encontraba en casa de Drew, aislado. No tenía cómo avisarle a mi gente, tampoco contaba con la indicación de cómo actuar. Yo pensaba en Darcy: ¿y si las cosas le salen bien a este tipo? Drew daba ánimos: “No te preocupes, todo saldrá bien”. Él me notaba un poco inquieto, pero era una simulación. Por dentro estaba tranquilo: la decisión ya había sido tomada. Si Darcy Ferrer formaba la protesta, cuando los norteamericanos me pusieran delante de los periodistas iba a gritar un Patria o Muerte que se les iba a caer la comunicación satelital. Y después que pasara lo que pasara. Estaba seguro de que un mensaje como ese llegaría a todas partes y dejaría clara la posición de los cubanos. ¿No me habían pedido que hablara a nombre de mi pueblo?».

Capote, ¿y cuándo supiste que te iban a desclasificar, que volverías a la normalidad? ¿Cómo se espera ese instante, con tranquilidad?
Siempre supe que en algún momento todo se acabaría. Sin embargo, una cosa es saberlo y otra conocer que el día llegó. Cuando todo se hizo público yo estaba en una casa descansando. Me trataban con cariño; sin embargo, los minutos se volvían horas, no tenía hambre, tampoco me daba sed.
«El capítulo de Las Razones de Cuba en el que me presentaron como agente de la Seguridad, se estrenó en el teatro de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona. Al acabarse, la gente empezó a aplaudir, y cuando aparecí en el escenario aquello se fue abajo. Entre tantos aplausos, sentía como si me hubieran quitado un edificio de encima, hasta respiraba distinto. Fue quizá el momento más emocionante de mi vida: compartir esa felicidad con mis compañeros de trabajo, con mis alumnos, esos que siempre creyeron en mí como maestro, allí en mi Universidad, donde estudié, donde trabajaba desde hacía ya unos cuantos años, entre gente que quería y admiraba, fue tremendo.
«Una compañera se me acercó llorando y me preguntó: “Raulito, el día ese de la discusión por el Título de Oro, ¿ya tú eras de la Seguridad?”. Por supuesto que hubo cierta oposición a que se me otorgara ese título. Yo la escuchaba lejos, como aturdido. La miré y me eché a reír. Finalmente le toqué un hombro y le dije: “No sé, averígualo. Te lo dejo de tarea”. Creo que todavía lo está averiguando».