sábado, 5 de julio de 2014

Democratizar la información, no la desinformación

Ramón Pedregal Casanova
Si el periodismo desde su creación ha sido un medio para controlar el pensamiento social, también ha habido periodistas y medios que se enfrentaban a la gente empleada por quienes ostentaban el poder del capital, un buen ejemplo de esa resistencia nos viene con la escritura de Pascual Serrano bajo el título: Contra la neutralidad. Tras los pasos de John Reed, Ryszard Kapuscinski, Rodlfo Walsh, Edgar Snow y Rober Capa.
 Para hablar de medios informativos me encuentro con Pascual Serrano, periodista de importancia e influencia internacional desde posiciones críticas. Pascual es fundador de Rebelión y ha colaborado y colabora en numerosos medios de izquierda.
Algunos de sus libros son: Perlas; Perlas 2; Patrañas, disparates y trapacerías en los medios de comunicación; Violencia y medios de comunicación; Medios violentos; Traficantes de información; El periodismo es noticia; Desinformación: como los medios ocultan el mundo; La comunicación jibarizada; Periodismo canalla; Contra la neutralidad; Traficantes de información; Conjura contra Cuba; La historia oculta de los grupos de comunicación españoles; La culpa es de los libros;…

Buenas tardes, Pascual. ¿Cuál es la función de la comunicación: orientar, convencer, informar, formar conciencias críticas?
Bueno, las funciones son múltiples y no simultáneas. Es decir, existe una comunicación destinada a convencer, otra a transmitir emociones, otra a movilizar. A mí personalmente la que más me interesa es la que quiere informar e interpretar la realidad.
Los censores de hoy ¿han aprendido a no hacerse notar, la información está al margen de todo interés, nos dejamos engañar, o es que la mayoría tiene el sentido crítico anulado?
La censura de hoy es muy distinta de lo que los ciudadanos entienden por censura. Para la mayoría de la gente censura es un poder impidiendo que se difunda una información o una opinión. Esa no es hoy la forma más habitual de la censura, ni mucho menos la más peligrosa. Los sistemas modernos de censura contemplan el desplazamiento de los asuntos importantes por temas irrelevantes o frívolos, la descontextualización de las informaciones para que no se comprendan en su justa medida, el enfoque en elementos secundarios, etc...
Pongo algunos ejemplos. Cuando el preso de ETA De Juana Chaos estaba en huelga de hambre, el gobierno de Rodríguez Zapatero dijo que necesitaba excarcelarlo e ingresarlo en un hospital porque su vida corría peligro. Los medios afines al gobierno así lo informaban, en cambio, otros medios decían que no era verdad que estaba en huelga de hambre, que estaba comiendo jamón y aprovechaba su estancia en el hospital para dormir con su novia. Evidentemente alguien nos estaba mintiendo y los ciudadanos necesitábamos conocer la verdad para valorar en su justa medida la decisión del gobierno. El que mentía lo hizo con total impunidad, sin ninguna responsabilidad por estar engañando. O dicho de otra manera, la verdad estaba siendo ocultada porque se estaba sepultando con una mentira puesto que no podíamos conocerla. ¿Acaso eso no es lo mismo que la censura?
Paradójicamente, la falta de control ciudadano y democrático sobre los medios está provocando una impunidad de los medios para engañar y mentir que puede provocar un grado de desinformación similar al de cualquier sistema censor. Porque el exceso de información, su falta de calidad, la saturación desinforma tanto como la censura.
 
¿Qué relación hay entre información y consumo?
Muchos paradigmas han ido cambiando, incluidos los de la izquierda. Primero dijimos que habían convertido la información en una mercancía para comprarla y venderla. Pero algunas empresas estaban dispuestas a perder dinero con tal de poder difundir y propagar su ideario, su modelo económico y político, o simplemente su buena imagen. De manera que grandes emporios económicos invirtieron en medios de comunicación sin importarles si no ganaban dinero porque para ellos se trataba como un departamento de imagen al que destinar algunos recursos. Solo así se explica que el grupo PRISA siga existiendo cuando llegó a deber cinco veces más que su valor en Bolsa y además continúen al frente los mismos directivos que sueldos millonarios.
Ahora, con el exceso de información nos encontramos con otro cambio: la información ya no es un valor en alza porque sobra, lo que vale es la atención. El patrimonio de un medio no son sus contenidos, sino sus datos de audiencia. Cuando un canal de televisión oferta un espacio de 20 segundos a una agencia de publicidad, le está vendiendo sus dos millones de personas de audiencia. De ahí que si tiene cinco millones en lugar de dos, el precio por el que venderá el espacio publicitario será el doble. El producto somos nosotros, no la información. De la misma manera, cuando una revista mediocre que cuesta dos euros regala unas chanclas para la playa que vale tres lo que pretende es lograr unas altas cifras de distribución para presentar a los anunciantes. A éstos les dirá: “tengo una revista que, independiente de que su contenido sea mediocre, yo he conseguido que entre en la mesa del salón de doscientas mil familias, de modo que les 'vendo' esas doscientas mil familias como consumidores del anuncio insertado en nuestra revista”.
En Rojo y Negro, de Stendhal, el narrador dice del protagonista, que es preceptor: “estos son los únicos profesores de moral que tiene el pueblo. Sin ellos, ¿qué iba a ser de él? ¿Podrá alguna vez el periódico llegar a sustituir al cura?”. Los medios de hoy ¿qué función cumplen? ¿Han sustituido “al cura” o se suman?
También en esto se han producido cambios importantes. Efectivamente, durante muchos años los medios han sido el referente sagrado de lo que la ciudadanía consideraba que era la realidad y la verdad. Del mismo modo, lo que no salía en los medios no existía. De ahí que tu comparación con el cura es oportuna. Pero eso está desplomándose con Internet y las redes sociales que están devolviendo el protagonismo de la información a los ciudadanos; hemos pasado de ser lectores de prensa o espectadores de televisión a la discusión en la plaza del pueblo. Eso tiene su parte buena por haber derrocado el oligopolio de los grandes medios, pero una parte muy peligrosa porque, como en la discusión del bar, ahora triunfa el que más grita o el que más simplifica.
Esta horizontalidad termina con el prestigio o la credibilidad del experto porque ahora todos dicen que son expertos y no sabemos diferenciarlos, todos colaboramos en la difusión de los rumores, nada es contrastado. Tenemos que enfrentar esta nueva situación e intentar manejarla para convertirla en una oportunidad para democratizar la información y no la desinformación. Mi libro La comunicación jibarizada trata sobre eso.

¿Qué se hace imprescindible para vencer la información de los medios que protegen al gran capital?
Sin duda es la pregunta del millón. Creo que la alternativa es desarrollar otro modelo de medios que derroque al dominante al servicio del capital. Como en otros sectores, eso solo se puede hacer o con la participación de un Estado social que entienda que la información (como la sanidad o la educación) es un servicio público que no puede dejarse en manos de empresas, o con el compromiso de miles de ciudadanos que con su colaboración pongan en marcha nuevos proyectos. El problema es que muchos sectores de la izquierda se han limitado a reivindicar la gratuidad bajo un malentendido concepto de conocimiento libre y socialismo. La información no es gratis, alguien debe pagar los gastos del periodista y su trabajo como el de cualquier otro trabajo. Del mismo modo que no es gratis la sanidad o la educación, puede ser universal sin pago por el usuario porque hay un Estado que paga al médico, al maestro y construye y mantienen hospitales y escuelas.
Desde mi punto de vista, el dinero para el mantenimiento de los medios solo puede proceder de tres vías: el Estado social que hemos citado, la colaboración de los usuarios o el gran capital con su publicidad y accionariado. No hay más opciones. Hasta ahora ha primado la última, pero está en crisis porque han perdido credibilidad, han perdido audiencias y compradores y los anunciantes han huido. Ellos dicen que eso es crisis del periodismo, pero no es verdad, es su negocio el que se ha desplomado. Nos quedan las otras dos opciones, que se reducen a una mientras no contemos con gobiernos decentes que apuesten por un Estado social como está sucediendo en América Latina.
Esa una consiste en los ciudadanos empujando, participando, colaborando y apoyando económicamente las numerosas opciones que están surgiendo: eldiario.es, infolibre, La Marea, Mongolia, Alternativas económicas, etc... Junto a ellos hay otros más veteranos como Le Monde Diplomatique. Son proyectos cooperativos que están haciendo periodismo, enviando corresponsales y pagando a los periodistas, no proyectos bienintencionados de voluntarios como los que teníamos hasta ahora. En mi próximo libro que saldrá en octubre bajo el título La prensa ha muerto. Viva la prensa, analizo este fenómeno.
  
¿Cómo debe ser el periodismo transformador?
En mi opinión, la situación es tan deficiente que, de momento, el reto más urgente es saber lo que está sucediendo. No podemos continuar con este brutal predominio del conocimiento de la realidad que tienen los grandes medios. Es gravísimo que la izquierda esté debatiendo sobre si esta u otra masacre en Siria o en Libia es responsabilidad del gobierno o de unos islamistas. Sin que existan enviados de confianza en Ucrania que expliquen quiénes son los golpistas que han derrocado al gobierno, o que si hay algún periodista decente su voz quede minimizada por el aplastante predominio de los medios comerciales.
Con todo ello quiero señalar que debemos organizar una alternativa de medios que sustituya a los existentes. De momento, como objetivo a corto plazo bastaría con que no dependiese de intereses comerciales y de verdad dependieran de la honestidad y decencia de unos periodistas que contaran la realidad y la interpretaran con independencia de los intereses económicos. Para objetivos más ambiciosos de cambio social creo que los frentes deberían estar en la educación o en contenidos culturales diferentes de los informativos.
Pascual Serrano, muchas gracias por tus palabras.

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